[Pro C. Rabirio, perduellionis reo]. Entre los Discursos (v.) llamados consulares de Marco Tulio Cicerón (106-43 a. de C.), pronunciados todos el año 63, éste fue uno de los más afortunados por su resultado político. Rabirio había sido acusado por el cesariano Labieno de haber dado muerte, 37 años antes, al tribuno Saturnino. Pero en Rabirio se quería en realidad atacar la autoridad senatorial y consular. Cicerón, al ganar la causa, reafirmó la necesidad de que el Senado tuviera plenos poderes cuando su existencia estuviera amenazada. En efecto, poco después, contra Catilina, que meditaba un golpe de Estado, Cicerón se vio obligado a adoptar remedios extremos y así logró hacer fracasar la tentativa revolucionaria. El problema teórico se plantea en primer plano y la acusación pasa a segunda línea: en el fondo ni al acusador ni al defensor les importaba en lo más mínimo la muerte, entonces ya tan alejada de la memoria de todos, del partidario de Mario, el tribuno Saturnino. Pero el pretexto era útil para un discurso de política general.
F. Della Corte