De la Vida Contemplativa, Lucio Anneo Séneca

[De otio]. Sexto de los Diálogos (v.) de Lucio Anneo Séneca (4 a. de C.-65 d. de C.), ínti­mamente relacionado con el anterior De la vida bienaventurada (v.), con el que tiene numerosos puntos de contacto y con el que a menudo se le confundió, ya que se había perdido el final de aquél y el principio de éste.

Fue compuesto hacia el año 62, cuando ya Séneca se había retirado de la vida polí­tica para consagrarse a sus estudios preferi­dos. Por ello resulta muy contingente el tema del diálogo: uno se puede aplicar a la vida contemplativa cuando se es muy joven; pero llegado a hombre maduro, precisa des­arrollar una vida práctica para demostrar cuanto se aprendió en la juventud; por fin, ya viejo, cuando las fuerzas comienzan a decaer, se puede retornar a la vida contem­plativa con una experiencia acrecida. En estos términos aparecen contrapuestas la pura especulación y la pura actividad en simple antítesis y condicionadas por la edad; lo que, si en teoría puede ser verdad, en el caso particular de Séneca está sugerido y provocado por los acontecimientos: cuando joven, el destierro en Córcega; ya viejo, el extravío de Nerón había obligado al filó­sofo a retirarse a la vida privada para ne­garse todo a sí mismo mediante el estudio; por el contrario, sus desmedidas ambiciones de poder le habían llevado a intentar la vida política, siempre inútilmente y perju­dicándose a sí mismo. [Trad. española de Pedro Fernández Navarrete y Francisco Na­varro y Calvo en Tratados filosóficos (Ma­drid, 1884)].

F. Della Corte

…lo que mantiene a la lengua es la bella literatura, no la filosofía ni las otras ciencías, que más bien contribuyen a corrom­perla, como hizo el estilo de Séneca. (Leopardi)

El estilo de Séneca, hecho de frases bre­ves, separadas, agudas, luminosas e impro­visadas, que abordan con frecuencia una misma cosa para observarla profundamente y en sus diferentes aspectos, es — entre las páginas de los escritores latinos — el que nos habla el lenguaje más vivo: a pesar de su habilidad retórica, nos hace sentir que nuevas fuerzas ideales habían encontrado una nueva expresión literaria. En aquellos pe­ríodos se concentra siempre e irradia un pensamiento; y los pensamientos no son ni abstrusos ni extraños: son pensamientos ex­presados con palabras comunes y con frases de rara simplicidad. Pero con las palabras que todos emplean se construyen frases que no se oyeron nunca. (C. Marchesi)