Pedro I, Enrique II, Juan I y los seis primeros años de Enrique III —, de Pero López de Ayala (1332-1407), forman en la historiografía española un capítulo muy interesante; su aparición representa uno de los varios movimientos de renovación que preludiaron al Renacimiento. Marcan como un término de la crónica medieval y un atisbo de lo que será la historia moderna, preocupada, más que de los hechos mismos, de ahondar en el espíritu de los hombres que los realizaron. Fue Ayala consumado político. Una temprana y constante actuación en las tareas públicas fecundó su natural talento y le hizo experto en lo nacional y en lo internacional. Su situación particular coadyuvó también a poner en tensión su ingenio. Muy estimado por Pedro I, pasó, empero, al partido de Enrique, y éste así como sus dos inmediatos sucesores, le favorecieron progresivamente, hasta hacerle, Enrique III, canciller mayor de Castilla. Vinculado así a los Trastamaras, hubo de escribir, probablemente con un cierto carácter oficioso, la crónica de los cuatro reyes que conoció, iniciada por la de Pedro I.
Era ésta de una dificultad extraordinaria para él, que al pintar los terribles hechos del monarca Cruel sería tachado de parcial. El otro extremo de la disyuntiva era omitir aquéllos, con perjuicio entonces de su probidad de historiador. Es admirable cómo orilló ambos escollos, con la objetividad con que se desenvolvió; nada omite, pero nada aumenta, y esquiva toda saña y aun toda expresión de juicio personal; hoy es reconocida unánimemente su imparcialidad. En cuanto al arte de historiar, preludia ya Ayala el retorno al clasicismo, sin duda influido por una traducción que hizo de varias décadas de Livio. Se esfuerza por hacer atractiva, con discursos, cartas, diálogos, etc., su exposición; traza rápidas y vigorosas semblanzas, verdaderas biografías comprimidas; informa sobre instituciones, así como sobre puntos de la historia extranjera coetánea. Es, como se ve, un innovador de acusada personalidad. Las crónicas han sido editadas reiteradamente y asimismo muy estudiadas.
B. Sánchez Alonso