Dos colecciones de epigramas griegos tienen este título, de las cuales la última en el tiempo, de Filipo de Tesalónica (siglo I d. de C.) se perdió en su mayor parte (salvóse solamente parte de la producción del autor, incorporada en la Antología Palatina (v.), mientras que de la más antigua, de Meleagro de Gadara (siglo I a. de C.) se conservan bastantes restos. Meleagro fue el primero que compiló en un cuerpo único la dispersa tradición epigramática; de ella, una parte importante pasó a la Antología Palatina (v.), llegando así hasta nuestra época.
De notable interés es el proemio, en el cual con fineza y gracia el autor compara con flores los grupos de epigramas de los escritores por él compilados (los dísticos de Safo son como rosas, lirios los de Anitos, sarmientos de vid los epigramas de Simónides, jacintos los de Alceo, etc.), estableciendo por medio de una convencional relación floreal una crítica poética, que para nosotros, privados a menudo de mejor información, es bastante significativa. La colección comprende unos cincuenta poetas, de muchos de los cuales queda así por lo menos un ejemplo de su producción; y con ellos una buena cosecha de epigramas de Meleagro (de «violetas», como él mismo los define), en los que, con graciosísimos bocetos, describe el sentimiento y la gracia hechicera de la bella Zenófila y de Heliodora, la de voz melodiosa, hetairas refinadas e inspiradoras de suave encanto, espejo fiel de la Siria helenística.
I. Cazzaniga