[El libro del maestro Chuang]. Obra filosófica de Chuang Chou o Chuang Tzü (350?-275? a. de C.), uno de los más singulares filósofos chinos y el seguidor más brillante de Lao-Tse. La obra, conocida también con el título Nan Hua Chén Ching (El canon sagrado de Nan Hua, del pueblo de este nombre, en el Shan-tun, donde se había retirado), está dividida en tres libros y 33 partes, aunque no todas ellas se pueden atribuir al autor; el contenido es filosófico, pero el procedimiento es artístico, exponiendo el autor su pensamiento por medio de parábolas.
Para ilustrar el concepto de Absoluto, es decir, «Tao» (literalmente: la «Vía» que conduce a la verdad), Chuang hace un parangón entre los pájaros P’ung y Yen (especie de gorrión) : las alas de P’ung son como las nubes que cubren el cielo, y su dorso es como una montaña. Yen, en cambio, vuela bajo y se mofa de P’ung por sus inútiles esfuerzos. Pero en relación con lo Absoluto, no podemos nosotros decir que P’ung sea grande y Yen sea pequeño. En tiempos antiguos había un árbol, Ch’un, en el que la vida primaveral duraba ocho mil años, y la otoñal otros ocho mil; había en él, en cambio, insectos que nacían por la mañana y morían por la noche: los hombres se esfuerzan en vivir cien años, cosa bastante tonta porque ante el Absoluto cien años son un instante. Tampoco la distinción entre bien y mal tiene valor ante lo Absoluto, el cual anula toda relatividad temporal o espacial. El «Tao» está presente en todos los seres, que nacieron todos al mismo tiempo que él, pero en el propio principio de distinción reside el impulso fatal que los destina a confundirse con él en el no ser. El universo no tiene principio, porque, de tenerlo, habría que pensar en un principio del principio, y así hasta el infinito. Chuang Tzü florece en una época dialéctica, representada por la escuela lógica de Mo Tzü y por la sofística de Kung- sun-Lung y de otros. La dialéctica de Chuang Tzü tiende a esclarecer el verdadero concepto de la diferencia de los seres con la teoría del «soplo celeste».
La sustancia del universo es una sola y es comparable al viento, que en sí mismo es silencioso, pero silba de distinta manera según las cosas sobre las que pasa. Quien comprenda la verdad de este principio, no puede hacer distinción esencial entre bien y mal, entre bello y feo: ciertas cosas bellas para el hombre son, sin embargo, feas para los animales; la belleza de Hsi Ssü y la de Mao Ch’iang (dos hermosas damas de la historia china) hace huir a los peces y a los pájaros. Lo mismo pasa con la vida y la muerte, con la felicidad e infelicidad; la bella Li Chi, antes de ser la esposa del rey de los Chin, lloraba desesperadamente, pero cuando fue reina, y pudo gozar de la nobleza y la riqueza del país, se arrepintió de aquellos llantos. La vida entera, pues, no es más que un sueño, un juego de apariencias efímeras; una vez Chuang Tzü soñó ser una mariposa, que volaba y gozaba de la libertad de las mariposas sin acordarse de que fuera Chuang Tzü; al despertar a poco, se dio cuenta de ser Chuang Tzü; pero, ¿cuál de ambas cosas era la realidad: Chuang Tzü, que soñó con la mariposa, o bien la mariposa, que soñó ser Chuang Tzü?… Él sabe que el terror de la muerte es ilusorio, algo así «como cuando un niño ha equivocado el camino y no sabe que va derecho hacia su casa» (libro II).
Superando todo lo que es conocido y limitado, superando la duda, se alcanzan el cielo y la verdad que nos libera de toda duda. La liberación de la duda no es la evasión de la vida: la vuelta al origen es más bien una misteriosa conjunción de los extremos. Tierra y cielo, contingente y absoluto: «como cuando el pájaro cierra el pico, y apaga su canto: aquel silencio es la unidad originaria de Cielo y Tierra». El libro se resume en un supremo precepto moral y filosófico: la perfección consiste en la perfecta conformidad con el «Tao», esto es, en la renuncia a toda acción, en la eliminación de todos los deseos mundanos, en el olvido de sí mismo, en la meditación. El ritmo interior de la vida del sabio, ha de medirse por la ley esencial del «Tao»: «obra como si no obrases». También el amor y la caridad han de ser, sin esfuerzo para que tengan valor. Una de las notas que se repite con más insistencia, es la del antilegalismo, de la polémica con el demasiado mundano Confucio. (A veces, en los diálogos citados por Chuang, el mismo Confucio reconoce que su conformismo es una condena del cielo). Los límites del espíritu de Confucio son, pues, uno de los motivos del Libro. Hasta el gran Lao, se ve considerado como demasiado mundano, porque a su muerte hay demasiada gente que lo llora, con sobrado dolor: señal de que el hombre ha conquistado demasiado a la gente, sobrepasando los límites consentidos por la ley del cielo.
Algunas partes de esta obra se prestan a ser confrontadas con la casi contemporánea dialéctica y con la teoría del amor griego, sobre todo donde se refieren los coloquios con Huí Tzü, figura de filósofo muy característica. Una de las páginas más preciosas, en este sentido, está en el libro XVII y se llama: «la alegría de los peces». En ella, la objeción relativista y solipsista ociosamente adoptada por Hui Tzú contra la superabilidad del yo singular, se ve deshecha por Chuang Tzü con un argumento que recuerda al Teetetes (v.) de Platón. Otras veces, un caprichoso acorde musical exalta, sin ahogarlo, el contenido ideal de las páginas: hay entonces inolvidables capítulos, como el de la música del emperador de la Tierra Amarilla (XIV), o el que cuenta el diálogo entre el dios del río Amarillo y el dios del mar (I, XVII). La doctrina de Chuang Tzü representa el desarrollo más antiguo del pensamiento taoísta, y fue, para el pensamiento posterior, fecunda en profundos brotes especulativos. Este éxito se debe también a su originalísimo estilo, pronto y agudo, gracias a lo cual la obra influyó largamente no sólo sobre el pensamiento taoísta, sino también sobre el confucionismo, sobre el budismo, y sobre todas las corrientes literarias chinas en general. Cfr. M. Buber, Reden und Gleichnisse des Tschuangtsé (Leipzig, 1920); Yu-lan Fung, Chuang Tzü (Shanghai, 1933); A. Giles, Chuang Tzü, Mystic, Moralist and Social Reformer (Londres, 1889); J. Legge, The texts of Taoism (Oxford, 1891); M. Novaro, Chuang Ze, Acque d’autunno (Lanciano, 1922); R. Wilhem, Dschuang Dsi, Das wahre Buch von südlichen Blütenland (Jena, 1912).
P. Siao Sci-yi