Chou Tzu Ch’üan Shu, Chou Tun-i

[El libro com­pleto del maestro Chou]. Colección de las obras filosóficas y religiosas de Chou Tun-i, o Chou Lien-ch’i (1017-1073), gran filósofo chino llamado el «Confucio de la dinastía de los Sung». Su doctrina se funda sobre la introspección de la «figura T’ai-chi», trans­mitida según parece por Ho Shang-kung, antiguo comentador del Tao Té Ching (v.) de Lao-tse. Tun-i, no es, sin embargo, un taoista puro, porque en su doctrina refuta las doctrinas de Confucio y las de Los Ching (v.). El origen del universo, según el autor, es el T’ai-chi (el gran Polo), que no tiene principio ni fin, que es. no se puede oír ni tocar, y que por eso se le llama también Wu-Chi (sin Polo). Es evidente la analo­gía entre el Wu-chi y el Tao inmóvil, sin forma e indefinible de Lao-tse. T’ai-chi y Wu-chi son esencialmente la misma cosa, llamada Wu-chi por su sustancia, T’ai-chi por sus funciones. El T’ai-chi, al moverse, genera el Yang o modalidad masculina del universo; después, en la misma intensidad de su movimiento, se detiene, generando el Yin, o modalidad femenina del universo.

Éste es el primer grado de la creación. Re­construyendo lógicamente el desenvolvi­miento del cosmos, el autor no sigue la interpretación de Los Ching (v.) (del dos se produce el cuatro, del cuatro el ocho, etc.), sino la de Lao Tse (v. Tao Té Ching): el uno genera el dos, el dos genera el tres, el tres genera Yin y Yang, que a su vez generan los cinco elementos: agua, fuego, madera, metales y tierra. De una misteriosa armonía de Yin y Yang, por una parte, y los cinco elementos por otra, derivan los dos Ch’i (espíritus): el masculino y el fe­menino, que son los dos géneros de todos los seres y se manifiestan en millares de formas. Los seres en su variedad son, pues, intrínsecamente formas sucesivas de T’ai- chi. A este principio se llega también en el problema ético: el hombre, manifestación de un Ch’i más delicado, está dotado de inteligencia y su naturaleza es perfecta­mente pura y buena.

Pero tal naturaleza se corrompe al entrar en contacto con las cosas externas; y sólo el hombre sabio y virtuoso logra mantenerse puro, entrando en contacto con el exterior, sin dejar que se ofusque su razón ni hacerse esclavo de las pasiones. La suprema norma moral, ade­más de la práctica de las virtudes recomendadas por Confucio, es mantenerse en el justo medio, practicar la humanidad y la justicia y eliminar los deseos, que son los más graves obstáculos para la virtud. La filosofía de Tun-i es una síntesis ecléctica del pensamiento de Confucio, de Lao Tse y de Buda, expuesta con tal sutileza dia­léctica al tratar de los términos particula­res, que quedó como modelo ejemplar en el desarrollo de la literatura filosófica chi­na. Cfr. J. P. Bruce, Chu Hsi and His Masters, 1923; W. Eichhorn, T’ung-su des Ceittsi, «Asia Mayor», III, 1932; H. G. von d. Gabelentz, Thai-kih-thu (Dresde, 1866).

P. Siao Sci-yi