[Schweizer Lieder]. De la enorme obra de Johann Kaspar Lavater (1741-1801) sólo una pequeña parte —Los Cantos suizos (1767), dos Mesíadas (1780, 1783-86), un drama sacro, Abraham und Isaak (1776), un poema, Joseph von Arimathia (1794) y varias recopilaciones de poesías religiosas — pertenece a la historia de la poesía. El arte fue para él esencialmente un medio de edificación moral y de apostolado religioso. Dotado de fácil y exuberante vena, y educado en la atmósfera espiritu de Zurich, dominada por las ideas de Bodmer y por las poesías de Klopstock, pone en el canto sus afectos, preocupado únicamente por satisfacer las necesidades espirituales de su época. Aun viviendo en intimidad de ideas con Hamann, Herder y Goethe, no conoció ni el freno ni la maestría del arte, por lo que la forma, en él, aun en los momentos de mayor elevación lírica, queda casi siempre ajena al concepto y repite los varios modelos que la tradición literaria le presentaba. En los poemas bíblicos el esfuerzo constante del autor por mantenerse siempre fiel a la letra del sagrado texto, parafraseándolo e ilustrando realísticamente los menores detalles de la narración, y la insistencia en la exégesis parenética, cansan al lector. Más felices, por más espontáneos e inmediatos, son los Cantos suizos inspirados al poeta por la exaltación patriótica de los años juveniles, cuando soñaba, junto con sus amigos de la «Sociedad helvética» de Schinznach, una renovación de la vida moral y civil de su pueblo, mediante la vuelta a las grandes tradiciones del pasado.
Aunque la forma sea la imitada de la Chevy Chase (v.) inglesa en los Cantos guerreros de un granadero (v.) de Gleim, celebrando las gestas de Federico II de Prusia, el espíritu de los cantos de Lavater es distinto. Mientras en Gleim el motivo lírico central que da unidad a la recopilación está constituido por la fidelidad que el simple soldado muestra a su jefe y señor, y el momento religioso es un elemento más o menos decorativo, en cambio en los principales episodios de la epopeya suiza, que Lavater invoca en su canto con la ingenua sencillez incisiva de la balada popular («Wilhelm Tell», «Die Schlacht bei Sempach», «Die Schlacht bei Náfels», «Die Schalcht bei Granson»), la fe en Dios y el espíritu de libertad se basan en un único sentimiento que se purifica y se sublima en un común cimiento y en el común sacrificio. Las figuras de Guillermo Tell (v.) y de Winkelried, que encarnan el genio de la estirpe, son de una conmovedora humanidad que no se olvida. En la lírica religiosa Lavater alcanza el tono libre y puro de la poesía sólo cuando, replegándose por completo en sí mismo, sabe expresar el drama de su alma sedienta de Dios, el anhelo de aproximarse a Cristo («O Jesús Christus, wachs in mir»), la dura lucha para conservar pura e intacta la fe de la infancia en un mundo escéptico y corrompido («Fest in tiefem Schlamm versunken ist des Kinderglaubens Funken»), la fuerza invicta de la plegaria por la cual el mismo Creador se rinde a su criatura, como el Angel a Jacob («Jakob! Ach! im Nachtgebete wie er rang und wie er flehte!»).
C. Grünauger