[Nachtgesdnge]. Bajo este título fue publicada en el «Wilmans Taschenbuch» en 1805 una serie de nuevas canciones de Friedrich Holderlin (1770-1843), que, en su mayor parte, son refundiciones de poesías escritas en 1801, pero de modo que se ve en ellas reflejado el desarrollo del espíritu del poeta. Son «Chirón» (que fue «El cantor ciego» [«Der blinde Sánger»]), «Ganymed», «El río encadenado» [«Der gefesselte Strom»], «Vulkan», «Invierno» [«Winter»], «Modestia» [«Blódigkeit»], «El ánimo del poeta» [«Dichtermut], «Lágrimas» [«Thránen»], «A la esperanza» [«An die Hoffnung»], «La mitad de la vida» [«Hálfte des Lebens»], «Edad de la vida» [«Lebensalter»], «El rincón de Hahrt» [«Der Winkel zu Hahrt»]. Holderlin les dió el nombre de Nachtgesdnge, porque en los tiempos sombríos, en los tiempos «nocturnos», como eran para él los presentes, sus cantos debían restablecer la época de la Hélade a la que aspiraba, y en la que vivía con el espíritu. Desde el punto de vista de la belleza del lenguaje las refundiciones falsean algunas veces y perturban la armonía de los originales: en la afanosa y espasmódica busca de la expresión adecuada, el poeta se ve obligado a sacrificar el primitivo esplendor del verso: las palabras que empleó en los Cantos Nocturnos son menos melodiosas, más sobrias, más cargadas de tensión dramática que en el primer texto.
También el cambio de títulos, respecto a los de la primera versión, es bastante característico: el poeta está ya en situación de dar una fórmula precisa, una personificación de sus mitos; lo que al principio había sentido vagamente, sin haberle dado una forma, de repente se diviniza para él, helénicamente, es un estado de ánimo que asume el aspecto de un símbolo. «Ganimedes» es la fuerza elemental del hombre que tiende a alcanzar la divinidad. Es el mismo concepto que Holderlin había expresado ya en el «Río encadenado»: el río, al que ve míticamente bajo la apariencia de un espléndido joven, yace preso por los hielos invernales, pero apenas libertado por el aura primaveral, se lanza atrevidamente hacia el mar abierto donde «los brazos del padre le acogen». La transposición del concepto del joven río a Ganimedes se produce naturalmente ahora que el poeta ha encontrado la figura mitológica correspondiente a su idea; la imagen horizontal del curso del río es sustituida por la imagen vertical de la ascensión del pastor al Olimpo. El mismo problema está tratado en «Quirón», poema que ya en su primera redacción, «El cantor ciego» es uno de los más hermosos de Hólderlin. El viejo centauro es herido en el pie por la flecha de Hércules e invoca dolorosamente la muerte que para él, que es inmortal, no podrá producirse; pero también para él habrá una solución: será transportado al Olimpo. También aquí el tránsito de la figura del ciego que no ve ya la luz pero la oye, violenta, tonante, portadora de alegría y de desesperación al mismo tiempo, a la de Quirón, se produce muy fácilmente. «An die Hoffnung» es una apasionada invocación de la esperanza, de la esperanza que quisiera que le llevase fuera de aquella región de sombras en la que se encuentra, fuera de aquella región «de la poca vida». Y siempre el ánimo del poeta se debate en los mismos problemas que agitan toda su obra poética y en especial la última, pero que son particularmente evidentes en estos nuevos cantos.
C. Gundolf