[Brunhild]. Tragedia de Paul Ernst (1866-1933), publicada en 1909 y representada en 1911. Desenvuelve los motivos del destino de la walkiria Brunilda (v.) inspirándose en la versión del Edda (v.) más que en la del poema de los Nibelungos (v.), pero introduciendo en ella elementos de psicología moderna. Es trágico el hecho de que esta semidiosa destinada por Odin al héroe más espléndido de la tierra, debiera, por un indigno engaño, pertenecer a un hombre muy inferior a ella. Sabemos que Sigfrido (v.) llegó hasta ella cabalgando por entre el muro de llamas donde ella dormía, cómo se desposó con ella y cómo, a causa de un filtro dado por la enamorada Crimilda (v.), lo olvidó todo hasta el punto de consentir en luchar con Brunilda, oculto por su in visibilidad, en lugar de Günther (v.), hermano de Crimilda, que estaba enamorado de ella. Por fin, en la noche nupcial, Günther pide auxilio a Sigfrido para tomar el cinturón de Brunilda, que descuidadamente se había llevado Sigfrido consigo. El drama de Ernst comienza a la mañana siguiente de las bodas de las dos parejas. Una atmósfera de horror pesa sobre los hombres, mientras ambas mujeres son felices, creyendo haber alcanzado cada una la cima de sus deseos. También Brunilda está aplacada, porque aun amando a otro con todo su corazón, cree haber obedecido a la ley de los dioses que la habían destinado al héroe más fuerte, al héroe que la había derrotado: a Günther.
Pero cuando Sigfrido se quedó con Brunilda, de la profundidad de la memoria surgieron los recuerdos confusos de todo cuanto había ocurrido antes de que él hubiese conocido a su actual mujer. Pero aún no estaba seguro, aún no tenía ninguna certeza y cree soñar. También siente un cariño inmenso por su cuñada. Crimilda, con la clarividencia de la mujer enamorada, se da cuenta de que algo turba a su marido, y en una confesión apasionada, le revela que posee el cinturón de Brunilda, que Sigfrido ha perdido por un descuido, y le descubre a la vez que le dio un filtro para hacerle suyo. Sigfrido se disgusta profundamente, aunque consiente en quedarse junto a la mujer con quien se ha casado. Pero Crimilda siente un odio furioso e implacable contra la rival, y en un acceso de celos le declara el engaño de que ha sido víctima, mostrándole el cinturón. Brunilda se siente tan humillada que pide a Hagen, el viejo nibelungo y conservador del honor de la familia, que mate a Sigfrido. Hagen, vengador y severo consiente en ello, matando al héroe. Entonces Crimilda, desesperada, confiesa sus engaños y sus mentiras a Brunilda, que se da muerte junto al cadáver de su amado. La tragedia es de una rara belleza de lenguaje; los versos fluyen y corren espléndidos, presentando las violentas pasiones de la falsa y sin embargo enamorada Crimilda y la pureza de Sigfrido y de la walkiria. La unidad de tiempo y de lugar es constantemente respetada, según la voluntad del autor, que quería volver a dar vida al drama clásico en la moderna escena alemana.
C. Gundolf