Blanco en Azul, José Martínez Ruiz (Azorín)

Libro de narracio­nes del gran escritor español José Martínez Ruiz, Azorín (1873-1967), publicado en Ma­drid en 1929. Los 19 cuentos de este volumen están desarrollados dentro de un mismo clima de creación. El azar, la fatalidad, el misterio arrastran circunstancias, situacio­nes, deseos, hombres y mujeres hacia una ordenación última dentro de una lógica uni­dad estructural. «No hay nada desdeñable en el mundo — dice un personaje—. Todo, desde lo más nimio a lo más grande, está encadenado en el universo. Un detalle in­significante, un pormenor imperceptible casi, han torcido a veces el curso de la Histo­ria. Se ha dicho que un dedo que levante un hombre influye en la marcha de los astros. Y esa hipérbole es exacta. Todo se enlaza, combina y traba en la serie de cau­sas y concausas universales». De ahí que actos y circunstancias, de manera incons­ciente e ineludible, vayan ordenándose, desde los ángulos más opuestos, para rea­lizar la línea vital del hombre en su di­rección hacia la muerte («El reverso del tapiz»). En definitiva, son la realización li­teraria de un mundo «superreal», esto es, de una intuición profunda de lo real, de una realidad que está mucho más allá de la su­perficie fenoménica, que está en su misma entraña. « ¿Realidad de las cosas? ¿Existen­cia de una realidad que no podemos apre­hender?».

Y dentro de esta superrealidad, «el tejerse y destejerse, con un ritmo que desco­nocemos, de las vidas humanas». Y todo ello dentro de una atmósfera tensa, obsesiva, de una lucidez telúrica, en la que, en la mis­ma esquina del misterio y a caballo de fuerzas ocultas e insoslayables, el sueño se convierte en realidad y la realidad en ensue­ño. Espacio y tiempo determinan, en cada momento, la coordenada del acto, de la circunstancia, de la verdadera vida del hom­bre. El espacio como realidad obsesiva («Gestación») y el tiempo como trágico do­lor del vivir: « ¡Si pudiéramos escaparnos al tormento trágico, angustiosísimo, del tiempo!» («Como una estrella errante»). Una vaga amargura pesimista y escéptica acaba de dar la dimensión de este mundo («El pri­mer milagro»). Todo ello toma sentido lite­rario a través de un difuso y fino lirismo, de un estilo entrecortado, lento, analíti­co y de una lengua densa, plena, matizada con oportunos arcaísmos y cultismos o vi­talizada — dentro de su única dirección in­telectual — por delicados diminutivos. Los nombres de los personajes dan, a veces, la dimensión de la fatalidad que entrañan (así Fabia Linde, que irradia una atmós­fera de muerte) o el rasgo temperamental básico (Plácida Valle, cuya persona «respi­ra serenidad y señorío»). Algunos persona­jes se convierten en míticos, como Félix Vargas, el poeta, que será protagonista de una de las novelas azorinianas más impor­tantes (Félix Vargas. Madrid» 1928).

J. Molas