[La battaglia di Legnano]. Décimocuarta ópera de Giuseppe Verdi (1813-1901) representada en el teatro Argentina de Roma en 1849, con libreto de Salvatore Cammarano (1801-1852). Clasificada como «tragedia lírica», consta de la sinfonía y de diecisiete piezas en cuatro actos titulados: «Está vivo», «Barbarroja», grandioso. Después del encuentro patético de Rolando y Arrigo, el otro coro a cappella «Giuriam», nos ofrece un eficaz gesto sonoro. Y el siguiente, «Domandan vendetta» con la orquesta, está lleno de energía. La primera página intensa y dramática es el dúo de Lida y Arrigo. Las fórmulas rítmicas viejas en el canto y en la armonización, parecen avivarse. Los recitativos se desenvuelven ágiles y nerviosos. Las dos voces no avanzan sobre la misma melodía, sino que oponen cantinelas de diferente carácter. El dúo, que presenta claramente los estados de ánimo de los enamorados, es muy airoso y el diálogo avanza instable. Recitativos vigorosos, justamente acentuados, se oyen en la escena de la reunión en Como, donde se discute la respuesta a Barbarroja. La entrada en escena de Federico está subrayada muy débilmente. El siguiente concertado es una grandiosa piedra de repertorio, que no sugiere la impresión suscitada por la llegada nada menos que de Barbarroja.
En el tercer acto destaca el recitativo de Arrigo, que se alista en los Campeones de la Muerte, y la confesión de Lida, que pasa del amor por Arrigo a odiar aquel mismo amor y los peligros. En estos fragmentos se revelan el alma de Arrigo y la de Lida. La cavatina de Rolando, «Digli ch’é sangue itálico», enfática y común, pero que se refiere a Lida, parece insertarse en el drama, palpitante, y en él se renueva y fortalece sin descanso. El drama musical corre hacia la catástrofe con el encuentro, en recitativo, de Arrigo, con la denuncia de Marcovaldo, con el ímpetu desdeñoso de Rolando, «con tutto il furore» de las buenas páginas de Verdi, «Ahi, scellerate alme d’inferno», en fin, con el terceto que reúne los más opuestos sentimientos y los expresa con oportunos cambios de los medios musicales. Este acto, cuyas últimas páginas no están a la altura de las precedentes, une una gran variedad de pasiones y de acontecimientos y los domina con la unidad de concepción y de estilo. Gran éxito alcanzó esta ópera, considerada en seguida entre las mejores. Entonces se exageró al alabarla, y ahora se la descuida demasiado. No se culpe al argumento ocasionalmente patriótico si no es una de las más vitales y acertadas, sino a la decadencia del genio, patente ya en otras óperas de Verdi y que le’ hacen aplicar recetas en el sentimiento patriótico, en el religioso y en el amor femenino.
A. Della Corte