Es uno de los cuentos más acabados de José de la Cuadra (1905-1941), que este escritor ecuatoriano incluyó en su colección Horno. La historia es la de un conjunto musical que recorre los campos realizando su trabajo y cuyos hombres van encontrando amor, soledad, muerte. Como todos los relatos de Cuadra, éste se caracteriza por un estilo impecable y un dramatismo sobrio. Posteriormente, Cuadra publicó otro tomo de cuentos: Guasinton. Historia de un lagarto montuvio, en el que reúne páginas de las más perfectas del relato hispanoamericano, tales los cuentos «La Selva en Llamas», «La Caracola», «Olor de cacao» y el que da título al libro. Su novela Los Sangurimas es la historia de una familia campesina, sobre la que se desatan las pasiones primitivas. Dejó otra novela inconclusa: Los monos enloquecidos, que ha publicado recientemente la Casa de la Cultura Ecuatoriana. Pero donde más reveló Cuadra sus singulares dotes de narrador fue en el relato corto, género en el cual es maestro indiscutible. Perteneciente a un grupo renovador de la literatura ecuatoriana, su temprana muerte cortó una obra en pleno desarrollo ascendente; caso igual al de uno de sus compañeros: Joaquín Gallegos Lara. Refiriéndose a la maestría técnica de Cuadra, ha dicho Benjamín Carrión que «nos hace pensar en las exigencias métricas y tónicas del soneto».
P. J. Vera