[Á rebours]. Novela de 1884 que es la más significativa de Joris Karl Huysmans (1848-1907), y pertenece a la llamada «segunda manera» de este escritor, es decir al período simbolista. Aquí ha creado una figura eminentemente significativa y que se ha hecho casi proverbial, el noble Des Esseintes (v.). último descendiente de una familia ilustre, con la sangre empobrecida y los nervios ultrasensibles, dedicado desde la primera juventud al arte o, mejor dicho, a las aficiones estéticas, este héroe ha buscado al principio satisfacción a sus inquietudes internas en el vicio y el desorden; ahora quiere arrancarse de la vulgaridad de la vida real, que no presenta ya variedades atractivas a su escepticismo. Se hace en una provincia un refugio que responda a sus gustos, una casa donde el menor detalle denuncia el odio a la trivialidad y el más refinado esteticismo decadente: paredes decoradas con telas raras de colores exquisitamente apagados, ornamentos eclesiásticos, ventanas ornadas con vidrieras góticas, muebles cada uno de los cuales recoge las formas más preciosas de una época; todo ello no sin cierto esfuerzo por una sencillez paradójica (su dormitorio, aun dentro de su cuidado excepcional de todo detalle, presenta una desnudez monacal), y con una marcada tendencia a lo artificioso.
La idea de Des Esseintes es precisamente que lo característico de la civilización consiste en alejarse más cada vez de la naturaleza, en buscar con todos los medios estímulos artificiales y sensaciones cada vez más sobrenaturales, en vivir en un mundo perfectamente real y sensible pero completamente creado por el artificio humano. Así su biblioteca está destinada en gran parte a los escritores artificiosos de la decadencia latina, Petronio y Apuleyo ante todo, e incluyendo a los místicos de todas las épocas y a los poetas de la última generación, desde el gran maestro Baudelaire hasta Verlaine y Mallarmé. Las artes plásticas no tienen gran predicamento en la casa, porque son, salvo raras excepciones, todavía demasiado «realistas». Des Esseintes prefiere y crea nuevas artes, que violentan más audazmente a la naturaleza, y se dirigen a los sentidos que ordinariamente son más esclavos de la realidad. Así la floricultura le llena el invernadero con extraños cruces, verdaderos monstruos floreales. No sólo eso, sino que con el «órgano de los licores» compone para su paladar exquisitas sinfonías; y lo mismo hace mezclando y combinando olores y perfumes. En este ambiente extravagante y paradójico, Des Esseintes evoca al principio como en un sueño sus experiencias de la vida real (especialmente una serie de amores perversos). Después es víctima de verdaderas pesadillas.
Por fin su salud se resiente, y es asaltado por una espantosa forma de neurosis, de la que su médico le libra no sin grandes dificultades. No hay, pues, para Des Esseintes, escapatoria; su espiritualismo sensual le llevaría a la locura y a la aniquilación; para vivir sería preciso sumergirse de nuevo en la atroz vulgaridad de la vida de la mayoría de los hombres. La única salvación podría encontrarse en una fe, la Fe: «Después de ese libro el autor debe escoger entre pegarse un tiro o echarse a los pies de la Cruz», escribió Barbey d’Aurevilly en un artículo. Huysmans le dio la razón y se convirtió al poco tiempo (v. El Converso). El libro debe su fascinación al acre vigor del análisis, de una experiencia fantástica conducida con un estilo rigurosamente preciso y voluntariamente crítico. Interesa sobre todo como documento; casi un repertorio sistemático de todas las formas mentales y los modos artísticos que se reunieron bajo el nombre de «Decadentismo» (v.).
M. Bonfantini
Sí; al revés del sentido común, de la razón, de la naturaleza, así es este libro que corta como una navaja — pero una navaja envenenada — en las locuras impías de la literatura contemporánea. De ingenio, no obstante; ¡ay de mí!, tiene más del que convendría. (Barbey d’Aurevilly)