[De vita XII Caesarum]. Son las biografías de los primeros emperadores de Roma, que, escritas por Cayo Suetonio Tranquilo (69?- 150?), comprenden la vida de los doce Césares, desde César a Domiciano, en ocho libros: un libro para cada uno de los primeros seis emperadores de la casa Julio-Claudia; el séptimo para los tres emperadores del año 69: Galba, Otón y Vitelio; el octavo para los tres de la casa Flavia.
La obra fue compuesta en los tiempos en que Suetonio, entonces secretario de Adriano, tenía facilidad de consultar el material histórico del archivo imperial. La vida de cada emperador está expuesta según un esquema fijo: genealogía, nacimiento, hechos anteriores al principado, elevación al trono. Siguen los episodios agrupados para iluminar la figura del soberano como hombre privado, después su muerte, la sepultura y los acontecimientos inmediatamente siguientes. No se aspira a una reconstrucción orgánica del personaje histórico, que no es protagonista, sino actor secundario del drama de su Imperio. Las fuentes principales de Suetonio están constituidas por los epistolarios de los emperadores, los diarios, las actas oficiales, los escritos de ocasión, los libelos satíricos o escandalosos. Investigador de detalles históricos, es un minucioso archivero, pero ignora la verdadera historia, dando demasiada importancia al documento.
Aunque en los siglos siguientes haya sido esta colección el modelo de toda la Historia augusta (v.), sus biografías no son logradas desde el punto de vista crítico. Por eso no se puede hablar de un verdadero juicio sintético en la obra biográfica de Suetonio, porque lo que en ella prevalece es el análisis. El esquema biográfico es un pretexto para poner de relieve la erudición. Las biografías, nunca vivas, aparecen como catálogos de pasiones, de virtudes, de vicios, de espectáculos, de presagios. Un documento recién descubierto, un archivo explorado por primera vez, tienen para Suetonio un interés histórico mucho mayor que los hechos a explorar o a descubrir. El fundamento cronológico no es el esquema que él prefiere, sino el ideográfico. Frente a los catálogos por materias, desaparece la cronología: ésta tiene valor sincrónico y no diacrónico. Los doce césares son doce cuadros aislados y al mismo tiempo un rico repertorio de noticias contemporáneas; los césares son, en suma, los epónimos de un período histórico autónomo.
La posición historiográfica de estas biografías no es muy distinta a la de las vidas de los Hombres ilustres (v.), con la sola diferencia de que el césar es un personaje epónimo, catalogado sin otra cronología que la de su reino, mientras que el hombre ilustre entra en la categoría eidográfica, en orden estrechamente cronológico, pero sin que la cronología sugiera nunca relaciones de causa a efecto. Las dotes de objetividad histórica, por las que Suetonio es famoso, han de considerarse más bien como títulos de demérito para un historiador cuya principal característica era un odio partidista de oposición antiimperial, agravado .por su morbosa atracción por el escándalo cortesano.
F. Della Corte
Escribió los hechos de los Césares con la misma libertad con que ellos los realizaron. (San Jerónimo)
Carácter izar naciones y épocas, dibujar grandiosamente lo que es grande: en eso reside el verdadero talento del Tácito poético. En los retratos históricos el crítico Suetonio es el maestro mayor. (F. Schlegel)
Con la mancha de mezquindad artística a cuestas, estas biografías han llegado a nosotros todavía frescas y vivas, con la frescura y espontánea variedad de los tonos estilísticos. Suetonio pasa en la misma página desde el periodo sostenido a la frase lanzada como al desgaire, desde la cita homérica al rasgo torpe, desde las finas argucias a los motes plebeyos, de la narración gélida y breve de suplicios y supliciados a la prolijidad de las crónicas circenses, de las parleras descripciones de lascivias y de rapiñas, a la celeridad trágica de ciertas inolvidables muertes. Así es que necesita una variedad de lenguaje, ora agudo y maligno, ora conciso y acompasado: sin tonos altos ni profundos, porque no se propone la narración de los acontecimientos angustiosos ni heroicos en los que se detiene el esplendor fúnebre de la narración de Tácito. (C. Marchesi)