[Religio medid]. Este singular libro del médico y filósofo inglés sir Thomas Browne (1605- 1682) fue escrito en 1635 como «ejercicio privado», es decir, sin ninguna intención de darlo a la imprenta; circuló durante algún tiempo manuscrito, suscitando en todas partes el más vivo interés, hasta que una mañana de 1642 sir Thomas recibió en homenaje un ejemplar de una edición fraudulenta.
Ésta contenía tantos errores y lagunas, que se vio obligado, «aunque contra su voluntad, a dar un ejemplar completo y auténtico» de la obra. La edición correcta apareció en 1643. Es imposible resumir el contenido de la Religio medid, porque en el libro no hay ni trama ni esquema de pensamiento. Es una confesión, organizada siguiendo las más leves v asociaciones de ideas, de algunas opiniones del autor sobre los principales dogmas de la religión (primera parte) y de la moral cristiana (segunda parte). Sir Thomas repudia la acusación de herejía y ateísmo, dirigida a los médicos de su tiempo en general y a él en particular, por algún pastor celoso. Pero su anglicanismo es tan tolerante, que se declara dispuesto a venerar cualquier otra forma de religión, «incluso la papista».
Así, de tarde en tarde, la emprende con los libros de cualquier «enemigo de nuestra santa religión»; pero si el enemigo es inteligente, sir Thomas no puede ocultar sus simpatías hacia él. Le gusta resolver a su modo el conflicto entre ciencia y fe. Reconoce que hay dogmas superiores a las fuerzas humanas y como buen médico se guarda bien de cansar demasiado su cerebro. «Los alados misterios de la divinidad, las aéreas sutilezas de la religión que han hecho salir de sus casillas a los mejores cerebros, nunca pusieron tirante la piamáter de mi cabeza». Lleno de un misticismo de carácter platónico recibido en las universidades de Oxford y de Padua, ve el mundo como un maravilloso vestido de varios colores que esconde una realidad misteriosa. Su curiosidad es insaciable, su interés no conoce el cansancio. Se acalora discutiendo temas que a otros les parecerían insignificantes, como las diversas disposiciones de ánimo de los ángeles custodios y el combustible que mantiene el fuego eterno del infierno. No oculta su simpatía por todas las formas de seres vivos, excepto el diablo y la multitud.
No tiene prevenciones: «Digeriría una lechuga cogida en un cementerio, ni más ni menos que si llegase de una huerta… Al ver un sapo o una víbora no siento el menor deseo de coger una piedra y matarlos… No me son antipáticos ni los franceses, ni los italianos, ni los españoles, ni los holandeses». Y posee la más amable moderación de deseos. En la invocación con que termina el libro, ruega a Dios que quiera conservarle la paz de la conciencia, el dominio sobre las pasiones y el afecto de los amigos más queridos, porque así se sentirá «lo bastante feliz para compadecer al César». Pero quizá más todavía que en el contenido, más que en la misma simpática mentalidad del autor y en la sinceridad de cuanto dice, el valor de este libro está en el estilo: amplio, fluido, personalísimo, pese a la fuerte imitación de la forma latina, rico en sugestiones directas y en musicalidad, como la sinfonía más inspirada. Religio medid, traducida al latín en 1644, conquistó de golpe todo el continente, como había ya conquistado a Inglaterra. En París creyeron que su autor era católico, pero la Iglesia puso el libro en el índice en 1646.
Ello no disminuyó su éxito, pues las traducciones al francés, al flamenco y al alemán aumentaron durante todo el siglo XVII. En el siglo siguiente, la Religio medid disfrutó de las preferencias de Samuel Johnson y más tarde de numerosos escritores, entre los cuales destacan Lamb, Coleridge, Carlyle, Browning y Matthew Arnold.
A. Dell´Oro
Browne resalta notablemente sobre la gran masa de sus contemporáneos y de sus predecesores, por la virtud de su conciencia artísticamente desarrollada. Según dice E. Gosse, «nunca se dejaba llevar de la mano». (Strachey)