Bajo este título genérico comprendemos la labor crítica del escritor norteamericano, nacionalizado inglés, Thomas S. Eliot (1888-1965), P. Nobel en 1948, recopilada, en su mayor parte, en los Selected Essays [Selección de ensayos], aparecidos aquel último año, y que recogen casi todos los estudios de los libros anteriores The Sacred Wood [La selva sacra] publicado en 1920; For Lancelot Andrew [A favor de Lancelot Andreios] en 1927, Dante [Dante] en 1929, y otros menos divulgados. A partir de 1932 la obra crítica de T. S. Eliot comprende conferencias editadas luego en opúsculo, tales What is a classic [¿Qué es un clásico?] aparecido en 1944; Poetry and drama [Poesía y drama] en 1950 y The Three Voices of Poetry [Las tres voces de la poesía] en 1953. De este período, posterior a 1933, son varios libros extensos como The Use of Poetry and the Use of Criticism [Función de la poesía y función de la crítica] aparecido en 1933; The Idea of a Christían Society [La idea de una sociedad cristiana] en 1939 y Notes towards the Definition of Culture [Notas para la definición de la cultura] aparecido en 1948.
No hay que olvidar la multitud de prólogos, notas, etc. del autor, y especialmente recensiones, publicados en las importantes revistas «Athenaeum», «The Harvard Advócate», «Egoist», * «Spectator», «Nouvelle Revue Française», «Horizon», y, sobre todo, «The Criterion», que fundó y dirigió el propio T. S. Eliot. En 1917 publicó un ensayo fundamental para comprender su concepto de la literatura y su método crítico: Tradition and individual talent [La tradición y el talento individual]. En él defiende un nuevo sentido de la tradición literaria, opuesto al sentido usual y popular. «La tradición no puede heredarse — escribe Eliot —, y quien la quiera deberá obtenerla tras muchas fatigas. Implica, en primer lugar, el sentido histórico, al cual podemos llamar casi indispensable para todo aquel que siga siendo poeta más allá de los veinticinco años; y el sentido histórico implica una percepción, no sólo de lo que en el pasado es pasado, sino de su presencia; el sentido histórico empuja al hombre a escribir no simplemente con su propia generación en la sangre, sino con un sentimiento de que el conjunto de la literatura de Europa desde Homero, y dentro de ella la literatura de su propio país, tiene una existencia simultánea y constituye un orden simultáneo.
Este sentido histórico, que espianto un sentido de lo eterno como de lo temporal, y de lo eterno y de lo temporal juntos, es lo que hace tradicional a un escritor. Y es al mismo tiempo lo que hace que el escritor tenga más clara conciencia de su lugar en el tiempo, de su propia contemporaneidad». Pero junto a esta nueva revalorización de la tradición, y del sentido histórico, Eliot defiende la impersonalidad de la poesía, motivada, entre otros argumentos, porque toda literatura -— según él — constituye un mundo autónomo y jerárquico en el que reina un orden ideal. Y este orden se modifica al entrar en él una nueva obra literaria. Entonces se impone un reajuste de valores, matices, proporciones, etc. He aquí la delicada tarea encomendada al crítico. Por tanto, todo escritor vive literariamente dentro de este orden, del que debe sentirse solidario.
Y cualquier acto de singularización o de estridencia rompe este orden y le sitúa al margen de la tradición. El pasado, ha escrito Zubiri, posibilita nuestro presente y actúa debajo de él, así para Eliot «las mejores partes de la obra de un artista son aquéllas donde los poetas muertos, sus antepasados, afirman su inmortalidad con más vigor», y añade que «el progreso de un artista es un continuo auto sacrificio, una continua extinción de la personalidad». En 1921 Eliot publicó un estudio valorativo de los poetas «metafísicos» — Herbert. Crashaw, Cowley, Vaughan, Marvell, King, Donne, etc. — que posee el valor de un auténtico redescubrimiento. Hasta entonces «raetafísico» era sinónimo de «refinado», «esotérico», «difícil», cuando no tenía un sentido despectivo. Eliot hizo hincapié en la rotunda modernidad de aquellos poetas y demostró que su lenguaje es «sencillo y puro» y que su pretendida oscuridad no es mayor que la mayoría de los poetas «serios» (el adjetivo es del propio Eliot).
En 1929 su ensayo sobre Dante fue otro aldabonazo en el mundo literario inglés. Comienza afirmando que uno puede gozar de la poesía aun sin leerla correctamente. Esto le sucedió, al principio, con Dante «el más universal de los poetas de lengua moderna». No obstante la Divina Comedia es fácil de leer porque está escrita en un idioma que derivaba directamente del latín deformado de la Edad Media, y porque el lenguaje de Dante «es la perfección del lenguaje ordinario». Por eso Dante es más universal que Shakespeare, que escribió en un lenguaje metafórico y difícil. Eliot añade que el método alegórico, por ser común a la época, no representa una grave dificultad en la lectura de la Divina Comedia. Dante tenía una imaginación visual, y por tanto visiones. Su poesía era así más lúcida y simple que la moderna, ya que nosotros sólo tenemos sueños y nuestra poesía es onírica y compleja. Y concluye diciendo que el ejemplo de Dante demuestra que «se puede escribir la poesía más grande con la mayor economía en los vocablos y con la máxima austeridad en el uso de metáforas, símiles y bellezas y elegancias verbales».
En The Use of the Poetry and the Use of Criticism se estudia desde nuevos puntos de vista, y según el sorprendente método crítico eliotiano, la mentalidad moderna y la obra de Dryden, Coleridge Wordsworth, M. Arnold, Shelley, Keats. The Idea of a Christian Society es la contribución personal del autor a los problemas creados en tomo al binomio Iglesia-Estado, Cristianismo o paganismo, secularización u oficialidad religiosa, etc. Basándose en el modelo de la Iglesia anglicana y del Estado inglés, Eliot defiende la cooperación entre ambas instituciones y afirma que la separación absoluta sería una «medida desesperada». Sin embargo, puntualiza que «es un error muy peligroso identificar cualquier forma de gobierno con el Cristianismo; pues entonces se confunde lo permanente con lo transitorio, lo absoluto con lo contingente». En Notes towards the Definition of Culture, contribuye a definir y a deslindar los sentidos de la palabra «cultura». Eliot estudia sus relaciones con la religión, las clases sociales (especialmente la élite) y estudia también la función de las culturas de área menor, cuya vigencia y riqueza — partiendo del galés — Eliot defiende en el capítulo «Unity and Diversity: The Región».
En la conclusión nos invita a desentrañar qué significado tiene para cada uno y en cada momento la palabra «cultura». En What is a classic analiza el valor del clasicismo a través de Europa, Dante y Virgilio, a quien está dedicado el ensayo y del cual escribe: «Nuestro clásico, el clásico de toda Europa, es Virgilio». En Poetry end drama estudia Eliot, a través de su propia experiencia como autor dramático, el uso de la poesía destinada al teatro y el modo como la finalidad dramática influye en la poesía. Hemos intentado esbozar las líneas generales de las obras críticas más representativas de T. S. Eliot. Quedarían aún sus estudios decisivos sobre el teatro isabelino, Shakespeare, Séneca y Eurípides, y las apreciaciones, de incisiva originalidad, sobre Milton, Laforgue, Baudelaire, Joyce, Saint-John Perse y muchos otros. Eliot ha realizado plenamente en su obra el objetivo que atribuye a la crítica: «En términos generales —dijo— parece ser la elucidación de obras de arte y la mejora del gusto». Ha modificado los métodos antiguos, alterando el orden ideal de la literatura; ha revalorizado a algunos autores que, gracias a él, han vuelto a influir decisivamente en las nuevas generaciones.
Y todo eso sin estridentes rebeldías, ni alardes personalistas. Ha luchado contra la crítica sentimental o excesivamente subjetiva, en busca de unos principios generales bien definidos. Su condición de crítico- poeta le ha sido muy útil, pues al sutil análisis de la obra ajena añade Eliot el de su rica experiencia creadora. En el aspecto destructivo su crítica no ha hecho más que adelantarse al veredicto general. Su estilo «neutro, desnudo de toda frase emocional— como escribe M. C. Bradbrook — y de toda metáfora, aunque no de poderosos recursos de tono y de inflexión, especialmente los irónicos», ha influido decisivamente en la calidad de la crítica de T. S. Eliot, que trasluce continuamente su condición de gran poeta y de gran humanista.
A. Manent