Estamos en este caso ante una de esas novelas en las que la fecha de publicación es absolutamente crucial: la novela se publicó durante la guerra mundial, y la escribió un judío opositor al nazismo, desde Londres.
En ese sentido, a pesar de la calidad de la obra, indudable en el primer tercio y muy dudosa a partir de ahí, no cabe esperar objetividad alguna en la historia que se cuenta, tocada por el dedo de la propaganda de guerra.
La tesis de partida es excelente: un tranquilo funcionario de ferrocarriles salvó la vida muchos atrás a un importante personaje local. Esta persona, que apoya a los nazis, cree que es el momento de devolver el favor a su salvador y le ofrece protección durante la ocupación alemana de Chyecoslovaquia al tiempo que le ofrece un meteórico ascenso en su carrera profesional… pero colaborando también con los nazis.
A partir de se momento, la repugnancia que siente el funcionario de ferrocarriles por colaborar con los ocupantes se va mezclando poco a poco con la represión y con operaciones de sabotaje de los trenes para luchar con el nazismo y por la independencia del país.
La primera parte, como digo, cuajada de dudas morales sobre lo que se puede aceptar y lo que no, y sobre la motivaciones de quien le quiere devolver el favor, es excelente. Después de eso, la trama negra de la resistencia es verdaderamente deplorable, con ideas flojísimas, tópicos tremendos y muy poco efectivos en nuestros días, tonterías injustificables en el desarrollo de los hechos y, eso sí, una ambientación del miedo y de la represión muy bien conseguidas y probablemente muy veraces.
A lo pesar de lo que diga la contraportada del libro sobre la recuperación de la obra de Winder, parece evidente que es un autor olvidado con muy buenos motivos.