Son diez libros, hoy fragmentarios, compuestos por Ferécides de Atenas (siglo VI a. de C.), por sobrenombre el Geneálogo, primer prosista griego, que escribió en dialecto jónico la historia mítico legendaria de Grecia. Conocidas también con los nombres de Historias y Autóctonos, las Genealogías se enlazan con la Teogonía (v.) de Hesíodo; si éste había cantado el nacimiento de los dioses y la lucha contra los gigantes, Ferécides traduce el canto en prosa y en su primer libro, titulado precisamente «Teogonía» trata de estas míticas gestas, a las cuales siguen, en el segundo libro, las desventuras que hubo de sufrir Prometeo por haber creado al hombre, en el tercero los trabajos de Hércules, que liberó a la humanidad de los monstruos que la oprimían, y en los restantes las varias leyendas griegas, divididas y ordenadas según un criterio geográfico desde Argos a Creta, y desde Eolia a Arcadia, a Laconia y hasta Ática, cuya capital, Atenas, era la ciudad natal del escritor.
El método seguido en este relato, que quisiera ser histórico, pero que en realidad es fabuloso y legendario, es el mismo método genealogista con que la cultura jónica contemporánea había ordenado sus propios conocimientos: el fundamento común a todas las investigaciones era la gnoseología fisiológica, la cual, entre los jónicos, se atenía a la concepción puramente física del mundo como filiación de elementos primigenios. Al modo de los filósofos naturalistas contemporáneos, jonios como él, Ferécides consideraba que todo el universo, personificado por las distintas divinidades, tanto en su conjunto como en sus diversas partes, había nacido de la unión de dos elementos a los cuales atribuía sexo distinto y facultades procreadoras. Así nacían los dioses, y así nacían los héroes; y de generación en generación el historiador llegaba hasta la época más reciente, la edad de las leyendas patrias. Para él todo se resolvía en genealogías, parentelas y sucesivas filiaciones; por ejemplo, todos los poetas estaban ligados por lazos de sangre; hijos, nietos y biznietos todos de Apolo, aparecían entre ellos como padres, abuelos, tíos, hermanos o primos, Lino, Orfeo, Museo, Homero y Hesíodo. Y aunque la verdad de estas relaciones de parentesco no estuviera demostrada o no fuera demostrable, quedaba para siempre afirmada la relación cronológica que había entre un poeta y otro.
La fortuna de Ferécides y más aún de su método genealógico, aplicado quizás entonces por primera vez a los estudios históricos en prosa, aparecía tanto más evidente cuando se piensa que al lado de Ferécides de Atenas surgieron otros dos escritores que, o por casualidad llevaron su mismo nombre o por deliberadas razones se lo pusieron, esto es, Ferécides de Siros y Ferécides de Leros, los cuales, en una época posterior, dedicados a estudios de arqueología, repitieron las investigaciones del gran ateniense, aplicándolas, no ya al Ática, sino a sus respectivas patrias. La homonimia entre estos escritores dió pie a la confusión de sus personas.
F. Della Corte