[Aprés-midi d’un faune]. Publicada aparte en 1876, esta poesía reveló el original genio poético de Stéphane Mallarmé (1842-1898) y siguió siendo, con mucho, la más famosa de sus Poesías (v.). Es una especie de poemita en ciento diez versos (que son, en su mayor parte al menos, en realidad, variaciones muy libres del tradicional alejandrino), dividido en una decena de estrofas de medida desigual. El tema del poemita es todavía netamente «parnasiano»: un fauno aparece de improviso en escena (se adivina una ardorosa tarde estival en la mítica Sicilia de la poesía helénica) y se extiende en un largo monólogo sobre las ninfas a quienes persigue, sobre su zampoña y la naturaleza que siente vivir a su alrededor con primitiva intensidad.
Pero, en realidad, este «asunto» no queda en modo alguno desarrollado ni explicado según los modos poéticos tradicionales; no es más que una situación, un punto de partida, el tema para una serie de fantásticas variaciones. En la tarde «adormecida de espesos sueños» la imagen de las ninfas, objeto de su deseo, se impone al fauno con alucinada intensidad: su movilísimo ánimo, atento a las más fugitivas sugestiones del lugar y de la hora, de los sentidos y de la memoria, se desprende de ella y a ella vuelve. Si su pasión sensual sabe hallar acentos de vigor real en el fondo, lo adivinamos más cerca de sus sueños, del juego capcioso de sus sentimientos secretos, de aquella otra realidad que halla en sí mismo («Couple, adieu; je vais voir l’ombre que tu devins», es el último verso del poemita). Y las imágenes se suceden, no ya según el orden lógico de una representación naturalista, sino guiadas por sutiles alusiones analógicas, vividas, pero difíciles de comprender por la misma fragmentación que hay en su naturaleza, como si aflorasen sucesivamente de la sombra obedeciendo a las leyes secretas de un ritmo riguroso, entre un sabio juego de pausas y sugestivos silencios. Esto explica perfectamente que el poemita haya podido inspirar una de las más celebradas obras musicales de Claude Debussy.
M. Bonfantini
El genio más auténtico de Francia. (E. Jaloux)
* El Preludio a la siesta de un fauno [Prélude á Vaprésmidi d’un faune] es una pieza para orquesta, de Claude Debussy (1862-1918) , escrita entre 1892 y 1894 y ejecutada por primera vez en París en 1894. En su origen debía constituir, junto con otros dos fragmentos («Interludio» y «Paráfrasis final»), un tríptico: de sus otras dos partes no quedan más que algunos esbozos. Esta obra señala la primera afirmación plena y vigorosa de la personalidad del maestro en una composición de cierta amplitud de alientos. Su contacto primero con Verlaine (v. Arietas olvidadas) y luego con Mallarmé, situó a Debussy al frente del gusto más legítimo y autorizado de su tiempo. La «égloga» de Mallarmé señala, además, un punto en el cual el simbolismo del poeta coincide con ciertos aspectos del impresionismo pictórico. Pensamos en la pintura de Monet: paisajes estivales inmensos en una luz ardiente, en un aire inflamado, vibrantes bajo cielos de pizarra.
Las relaciones entre la música de Debussy y el poema de Mallarmé están indicadas en una nota ilustrativa redactada por el propio músico: «La música de este Preludio es una ilustración muy libre del bello poema de Mallarmé. No se propone ser una síntesis de él. Se trata más bien de los escenarios sucesivos por los cuales vagan los deseos y los sueños del fauno en el calor de aquella tarde. Al fin, cansado de seguir la huida asustadiza de las ninfas y las náyades, se abandona a un sueño embriagador, rico en visiones finalmente realizadas, de plena posesión en la universal naturaleza». La música no sigue un determinado episodio, descendiendo a compromisos narrativos, sino que se desenvuelve en un plano absolutamente autónomo. Persuasiva y blanda, siempre inmersa en una suave gradación de tonos que se compenetran, su materia sonora conserva una continua movilidad, pasando de una tonalidad a otra, sin que éstas sean claras e inequívocamente afirmadas y definidas. Son modulaciones conducidas de manera muy atrevida, como en este ejemplo, en que se pasa, en el espacio de cuatro compases, de un «si mayor» a un «mi bemol mayor» y a un «re mayor».
El Preludio a la siesta de un fauno queda como una pieza fundamental en la obra de Debussy: junto con los Nocturnos (v.), señala la afinidad del arte debussiano con los grandes movimientos artísticos de finales del siglo XIX, y representa uno de los momentos más genuinamente impresionistas de la producción del músico. Desde sus años de cultura apenas elemental del Hijo pródigo (v.) y pasando por el equívoco prerrafaelista de la Damoiselle élue, Debussy ha llegado con esta obra de la delicadeza expresiva de Verlaine y de los esplendores herméticos, a las milagrosas alquimias verbales de la poesía de Mallarmé, el cual, al dar al músico un ejemplar de su «égloga», compuso este melodioso cuarteto: «Sylvain d’haleine premiére, / Si ta flüte a réussi, / Ouis toute la lumiére / Qu’y soufflera Debussy».
A. Mantelli