[Aus der neuen Welt]. Composición en cuatro tiempos de Antonin Leopold Dvorák (1841- 1904), el más representativo entre los compositores checos, después de Smétana. Escrita en 1894, está catalogada como Sinfonía n.° 5 op. 95 en «mi menor»; fue llamada por el autor «del Nuevo Mundo» por haberla escrito durante su permanencia en América, donde estuvo algunos años como director del Conservatorio de Nueva York, y dedicada a sus parientes y amigos lejanos que pedían noticias suyas. Aunque construida sobre esquemas clásicos, se propone ser en su contenido expresión de sensaciones y recuerdos; sus temas principales están constituidos por melodías originales que el propio Dvorak anotó oyéndolas cantar a los negros de los barrios neoyorquinos.
El primer tiempo se abre con un «Adagio» directamente enlazado con un Allegro molto» en que predomina el elemento rítmico que forma el núcleo característico de las melodías negras; pero la exposición de los temas está ligada y fundida con episodios que se basan en movimientos de danzas exóticas. El segundo tiempo, un «Largo» formado de melodías sencillas y tranquilas, es quizás el más cálido por su inspiración lírica; podemos advertir quizás en las intenciones del autor, la visión de la pradera donde surgen, en los fragmentos melódicos, dolorosos y tristes motivos de plegaria (los «spirituals» negros); se presenta otra vez el tema principal del primer tiempo, sostenido por los trombones sobre un «fortissimo» de toda la orquesta; después, se impone de nuevo la calma y la distensión de los sonidos. Un «Scherzo» forma el tercer tiempo, brillante y vivaz, en el «trío» del cual resulta evidente la evocación de las cantilenas indias.
El final, «Allegro con fuoco», es la parte más conocida y preferida por el público, por su resuelto y repetido tema, tomado, como los demás que se enlazan con él, de elementos tonales de melodías indias: una intencionada referencia a temas de su cuarta sinfonía hizo creer que en el final de esta singular «Carta» Dvorak quiso expresar su deseo de volver a su patria, donde había compuesto sus precedentes obras sinfónicas. La partitura, aunque superficial y exterior en su construcción, y a veces enfática y literaria, conserva frescura propia por su entonación genuina, por cierto ágil virtuosismo, y es considerada como una de las mejores obras del último Romanticismo.
L. Rognoni
Es una obra franca y desenvuelta, independiente de toda escuela y de todo sistema; más que una sinfonía es una sucesión de temas populares u originales que se entrecruzan y se entrelazan con ritmos encantadores. (Combarieu)