Publicada en 1917, señaló sobre los dos libros iniciales, El cencerro de cristal y Cuentos de muerte y de sangre, ambos de 1915, el paso hacia la novela, itinerario cuyo término fue Don Segundo Sombra (v.).
En Raucho, el autor revivió los «momentos de una juventud contemporánea», cambiantes aspectos de la existencia pletórica y desordenada de un muchacho criollo, hijo de un hacendado rico y tempranamente viudo: la infancia transcurrida a campo abierto, los opresores años de colegio, el despertar de los sentidos, la juventud áspera y fuerte en los trabajos de la estancia, la conquista del cuerpo y del alma por las seducciones de la ciudad, luego París y su victoria total sobre el cuerpo y el alma por el placer y el vicio, hasta la internación en un sanatorio, y por fin, la vuelta a la patria, el rescate y la salvación.
El andrajo humano envilecido en tierra extraña vuelve a ser lo que era en la pampa, inmensa reserva de energías. Es el viejo tema del contraste entre la ciudad y el campo, renovado por una sensibilidad artística moderna. Tejida la narración con experiencias de la propia vida del autor, anticipa a Don Segundo Sombra en la pintura exacta y vigorosa de] ambiente, los trabajos y los tipos campesinos; y la ya famosa glorificación del gaucho resero se enlaza con su antecedente literario al convertir al final en padrino del gauchito protagonista a don Leandro Galván, padre de Raucho, y en su mentor culto al propio Raucho, ya recuperado por su tierra.
La lengua, salpicada de solecismos y galicismos, es indecisa y a menudo amanerada, con abuso de giros abstractos de filiación impresionista; pero personal, diestra en trasponer en imágenes corpóreas lo incorpóreo, en espiritualizar lo material, y en crear lo mismo la atmósfera sana de la pampa que la viciada del París visto por Raucho a través de la bruma del alcohol y los excitantes.
R. F. Giusti