Filología del Porvenir, Ulrich von Wilamowitz-Mollendorff

[Zukunftsphilologie!]. Crítica de los Orígenes de la tragedia (v.) de Nietzsche, por Ulrich von Wilamowitz-Mollendorff (1848-1931), publi­cada en Berlín en 1872. Wilamowitz, con la ironía procedente de un temperamento opuesto, llama la atención de Nietzsche, en este opúsculo, sobre el rigor de la investi­gación científica y sobre el respeto hacia las conquistas de la filología. El arte grie­go no ha de ser explicado con presupues­tos dogmáticos inspirados en la filosofía de Schopenhauer y en la música de Wagner, sino en su misma necesidad histórica. La admiración hacia Winckelmann, dice, re­sulta algo convencional si uno carece de comprensión para la variedad de las épocas y de los estilos, si se equivoca en las refe­rencias arqueológicas y especialmente si des­cubre, en el espíritu griego, el goce de la disonancia y la disolución. Apolo no puede redimir, como divinidad del sueño, de tal supuesto pesimismo griego, pues es el con­creto dios de la luz, surgido de la venera­ción prehelénica por los fenómenos natura­les; ni Homero, coronado por una tradición rapsódica secular, puede ser el artista inge­nuo y solitario, absorto en su propia visión consoladora; ni el personalísimo Arquílóco puede ser el padre del anónimo canto po­pular.

Y de la misma manera que es pueril comparar Dionisos con Apolo, como un Pitágoras y un Nerón, así es arbitrario hablar de una incontrolable tragedia lírica antes de Tespis, de un primer actor como «avatar» de Dionisos y del coro como de una masa vil. Los orígenes de la tragedia no remontan al Dionisos iniciado misteriosófico, sino al popular y campestre, ni tienen nada que ver con la música, que se desarro­lla solamente más tarde, y no por mérito de la tragedia. Por lo que se refiere al fi­nal de ésta, hay que señalar que el drama de Eurípides nace de sentimientos opuestos a los preceptos de Sócrates, y que la amis­tad entre ambos es una evidente leyenda. Otro error es el interpretar el Prometeo de Esquilo al modo de Goethe, como hombre potenciado a titán, y atribuirle hasta una justificación dialéctica de los opuestos (más allá del bien y del mal). En resumen: que el nuevo apóstol tome el tirso y predique su evangelio, pidiendo ante todo un ascéti­co amor por lo verdadero. Esta réplica de Wilamowitz, a sus veintitrés años, a su ex compañero de colegio, que le llevaba cua­tro años, es la rebelión del filólogo y sabio contra el filósofo y poeta, constructor de mitos. El opúsculo confirmó a Nietzsche en su desprecio por la mezquindad de la cien­cia; no quiso contestar, aunque incitó a la lucha a su amigo Rodhe; con su contesta­ción, escrita en forma de carta a Wagner, y la «carta abierta» del mismo Wagner, ofendido por el título que parodiaba su proclamada «música del porvenir», se cerró esta polémica, que sirvió para precisar las recíprocas posiciones espirituales.

L. Vertova