[Causeries du lundi]. Colección de ensayos críticos de Charles-Augustin de Sainte-Beuve (1804- 1869), publicada en París en once volúmenes desde 1851 hasta 1862, y en quince volúmenes en la tercera edición definitiva de 1857-1872.
Comprende los artículos del «Constitutionnel», desde el 1.° de octubre de 1849 hasta el 29 de noviembre de 1852 y del «Moniteur» del 6 de diciembre de 1852 hasta el 26 de agosto de 1861. Con estos escritos el gran literato inaugura la serie editorial de los Lunes (v.), informando, como ya lo hacía cada semana en el diario, a un grupo cada vez más amplio de lectores, sobre las publicaciones y conmemoraciones del momento. La obra lleva a la perfección un método crítico, el del gusto. En los varios volúmenes, donde se insertan incluso pensamientos y confesiones de militante, se ve el desarrollo cada vez más persistente de una actividad literaria; el prefacio, que introduce la recopilación, acentúa bajo el mismo aspecto clásico la obra de un «escritor» propiamente dicho. Aun como juez, Sainte-Beuve es uno de tantos embarcados en el navío de los contemporáneos, desde Hugo a Lamartine y a los más jóvenes; por ello, aproximándose al pasado, lleva consigo sus pasiones de romántico, sus preferencias y su humanidad. De los latinos de la época de Augusto y de los cronistas medievales y paulatinamente hasta el pleno Romanticismo, los autores son examinados bajo forma de «retratos». Siempre el examen de las obras literarias deja lugar para la reconstrucción de las figuras y de su ambiente.
Son ejemplares las páginas sobre Lamartine, la Récamier, Commynes, De Musset, la Sand (vol. I); Fénelon, Barnave, la Lespinasse, Chateaubriand, la D’Épinay, Lesage, Galiani (II); Rabelais, la Genlis, Rousseau, Vauvenargues, Florian, el duque de Saint-Simon, Fontenelle, Bussy-Rabutin, Latouche (III); Montaigne, la Scudéry, Joseph de Maistre, Lauzun, Buffon, la Maintenon, Bonald, Marmontel, Chamfort (IV); Retz, Rivarol, La Harpe, Siéyés, Charles Perrault, Luis XIV, Pascal (V); Beaumarchais, Courier, Bernardin de Saint-Pierre, Boileau (VI); Regnard, Montesquieu, De Brosses, Voltaire, Richelíeu, Margarita de Navarra, La Fontaine (VII); Malherbe, el príncipe de Ligne, Román de Renart, Tóppfer, Joinville (VIII); Massillon, Froissart, La Boétie, Bourdaloue, Marivaux, Villehardouin (IX); Fénelon, Agrippa d’Aubigné (X); Dante, Charron, Constant (XI).; Ronsard, Saint-Amant, Voiture, Eugénie de Guérin (XII); Voltaire, Flaubert, De Musset (XIII); Vauvenargues, la Du Deffand, Villon, Thiers, la Desbordes-Valmore, Bonstetten (XIV); y, por fin, Maurice de Guérin, Joseph de Maistre, Tocqueville, Lacordaire, Parny, Béranger, Fléchier (XV).
En los ensayos más importantes se advierte el interés del crítico por los grandes autores, llenos de espiritualidad y de sentimiento, incluso de contradicciones «humanas». En muchas otras páginas, deteniéndose sobre los menores, los presenta por primera vez con totalidad de historiador y de narrador, mostrando la complejidad del ambiente en que vivieron, los problemas que algunas veces trataron de resolver y consiguiendo a menudo verdaderas revelaciones también por el hecho de que aquí están permitidos los análisis lentos y sinuosos, entre textos inéditos, epistolarios y obras olvidadas por los siglos. Como en una miniatura, Sainte- Beuve se detiene sobre un perfil de mujer, sobre un guerrero, sobre un carácter de poeta menor, sobre la vida de un salón olvidado (por ejemplo, con la Graffigny, volumen II; con Dangeau y con Montluc, en el XI; con D’Argenson, en el XII). Nunca se oculta una personalísima toma de posición hacia los contemporáneos; asimismo en dichas ocasiones, el estilo del crítico, si bien no cede a una segura simpatía, se hace atento y mordaz, o cuidadoso y áspero, como si todavía se tratase de rivales literarios. Bajo dicho aspecto son un nuevo documento los escritos sobre Balzac (vol. II), sobre Stendhal (IX), sobre Banville y sobre Feydeau (XIV).
Incluso frente a los grandes, ya reconocidos por la nueva literatura, desde Chateaubriand hasta Hugo y Vigny, Sainte-Beuve quería mantener su libertad de juicio. Las Charlas del lunes, desde el título hasta la compaginación, son, pues, la mejor demostración del autor, y siempre testimonian la agudeza de análisis y la reflexión. Tales exigencias, polémicamente consideradas como psicológicas en consideración de la crítica académica, erudita o plenamente estética, han sido vistas por la metodología posterior como un rebrote de la crítica propiamente dicha, con un artificio más de artista que de científico. Consideraciones todas estas que, ante la gran variedad de los hechos literarios, considerados como espejo de una sociedad además de como documentos humanos, no son las más adecuadas para valorar una obra unitaria como la de los Lunes.
C. Cordié
Su obra es como una reseña de todas las celebridades de todos los tiempos, de Francia y de los países extranjeros… La sagacidad maravillosamente penetrante del artista las ha intuido y comprendido a todas, tanto a Villars como a San Luis, a Frariklin como al abate G’erbet. (Chavin)