[Cervantes reazionario]. Cuatro ensayos de Cesare De Lollis (1863-1928), reunidos por el autor (los dos primeros ya habían sido publicados, los dos últimos eran nuevos) bajo el título susodicho, en 1924 (Roma, Publicazione dell’Istituto Cristoforo Colombo), y ahora reimpresos al cuidado de Silvio Bellegrini en el volumen Cervantes reaccionario y otros escritos de hispanística (Florencia, 1946). En el estilo antiacadémico y denso en referencias de De Lollis maduro, están dedicados a las teorías estéticas de Cervantes, a la Galatea (v.), a las Novelas ejemplares (v.) y, con particular amplitud, al Persiles y Segismunda (v.): esto es, a lo que puede llamarse el Cervantes menor. Del Don Quijote (v.), De Lollis no ha querido ocuparse porque «de los libros más queridos sería mejor no hablar como no se habla de personas profundamente amadas»; con todo, los cuatro ensayos reverberan de continuo sobre la obra mayor del eximio español la luz del concepto que De Lollis tenía de él. El cual se halla en franca antítesis con las «interpretaciones superiores que tantos han dado de ellas», y configura un Cervantes esencialmente literato, siempre empeñado en el propósito de escribir literatura de actualidad. Esto significaba literatura al servicio de la contrarreforma: católica, moral, instructiva, y al mismo tiempo literatura superior, de clase, culta, grave, decorosa: exactamente lo contrario de los libros de caballería contemporáneos, toscos y llenos de ridículas patrañas.
En la batalla de Cervantes contra los libros de caballerías (no, téngase bien presente, contra la caballería) Don Quijote representa el aspecto demoledor del adversario, mientras que sus obras menores, y sobre todo el Persiles, representan el aspecto constructivo, dirigido a ejemplificar la realización del ideal de literatura ahora expuesto. Pero estos propósitos que partían del raciocinio crítico, débil en Cervantes a pesar de su buena voluntad, constituían una rémora para el artista, prodigioso observador de la realidad y hecho para narrar fuera de toda intención programática. Por esto, Cervantes, a pesar del programa constructivo de la Galatea y del Persiles, es frígido y desabrido. En cambio, en el Don Quijote (como en los rasgos felices de la novela y del teatro) todo él, incluidos los elementos que en otras obras son negativos, confluye a crear una obra maestra: situado el autor para burlarse de ellas, en el mismo terreno de las novelas caballerescas, podía tener libre desfogue su vena de contar por el gusto de contar; y la fluidez solemne de su prosa, su austera moral, y el mismo lenguaje florido propio del XVII haciendo centro en el loco caballero manchego, loco de locura caballeresca, contribuyen a dar felizmente cuerpo, alma y relieve a la caricatura y a diseñar una figura viva y única.
S. Pellegrini