Nació posiblemente en Roma no se sabe cuándo, y murió en la misma ciudad el 11 de diciembre de 384. Era diácono en 355 al ser desterrado el papa Liberio y sucedióle a su muerte (24 de septiembre de 366).
No obstante, la minoría prefirió al diácono Ursino, quien le opuso resistencia armada, por lo cual hubo de conquistar una tras otra sus iglesias. Ursino y los demás jefes de la sedición fueron expulsados de Roma y de Italia; sin embargo, siguieron acechando al pontífice, a quien citaron varias veces ante los tribunales civiles por los sangrientos hechos de 366.
El pontificado de San Dámaso (366-84) viose agitado, además, por otras turbulencias, provocadas por los luciferianos, novacianos y donatistas. Posiblemente a causa de ello, este Papa, que fue siempre un defensor de la primacía romana, mantuvo una tendencia persistente a desinteresarse de las cuestiones teológicas y disciplinarias que inquietaban al Oriente, o bien las trató con negligencia y sin éxito alguno, por lo cual mereció acres juicios, singularmente de San Basilio.
Se interesó mucho, en cambio, por las construcciones eclesiásticas; y así, hizo edificar las basílicas de San Lorenzo in Dámaso, de los Santos Marcos y Marcelino, y de los Apóstoles en la Vía Apia, y realizar obras en casi todas las catacumbas para honrar los sepulcros de los mártires. Fue también el primer papa escritor.
Se le atribuyen De virginitate y algunos Brevia opuscula; son particularmente notables (además de un breve conjunto de epístolas) los Epigramas (v.), inscripciones poéticas en memoria de numerosos mártires que hizo esculpir sobre mármol en los lugares a ellos consagrados.
C. Falconi