Poeta colombiano nació en Santa Rosa de Osos, Antioquía, y murió en México (1883-1942). Uno de los más singulares protagonistas de la moderna picaresca literaria. De origen israelita. Inteligente, inquieto y desaplicado, no logró terminar los estudios del Magisterio, ni los de Derecho, que intentó después. Pero ejerció de maestro sin éxito ni resultado positivo. Soldado en la guerra civil de los Mil Días, no tomó parte en ningún combate, pero ascendió a capitán. Temperamento liberal y revolucionario, sirvió a la dictadura de Porfirio Díaz en México desde las columnas de sus publicaciones Revista Contemporánea (1909) y El Espectador (1910), de Monterrey, emigró a la caída de Porfirio Díaz, volvió en 1914, sirvió a México y a la Revolución desde los periódicos Churubusco y El Imparcial, atacó al general Calles y volvió al destierro; defendió en campañas violentas más tarde las ideas comunistas, a raíz de la revolución rusa; sirvió al dictador Leguía en Lima, desde la dirección de La Prensa; y acabó refugiándose en México, donde murió pobre y abandonado.
En sus últimos años, unos amigos emprendieron una campaña para lograr el traslado a Colombia del gran poeta, conocido en el mundo por su seudónimo preferido Porfirio Barba Jacob, e impresionaron a las autoridades colombianas; se logró una jugosa recaudación y el poeta… se gastó el dinero y se quedó en México. Usó primero el seudónimo Maín- Ximénez, y después, Ricardo Arenales; mas encontrándose en Guatemala, fue detenido por asesinato, aunque fue puesto en libertad cuando se capturó al verdadero asesino, que se llamaba Ricardo Arenales. El poeta se apresuró, claro está, a abandonar el seudónimo, para adoptar el de Porfirio Barba Jacob, con el que es conocido en el mundo literario. Si todo esto nos da una idea de la moral de su carácter, podemos calibrar el carácter de su moral por la frase siguiente, que exponemos sin garantizar su exactitud: Ofrezco una onza de oro a quien me enseñe un vicio nuevo.
Poeta modernista, influido por Baudelaire, tiene más vida interior que imaginación, y más temperamento romántico que modernista; se acerca unas veces a la belleza formal de Rubén Darío, a la delicadeza de Amado Nervo, al vigor de Santos Chocano y al sentido trágico de José Asunción Silva, en una agitación lírica menos irregular que su vida misma; es indudablemente un gran poeta. Sus composiciones pueden buscarse en Rosas Negras (1932); La canción de la vida profunda y otros poemas (1937); El corazón iluminado (1942); Quince poemas de Porfirio Barba Jacob (1942) y Poemas Intemporales (1944). Poemas suyos muy conocidos son: Elegía de un azul imposible, Hay días en que somos…, la ya citada Canción de la vida profunda, etc.
J. Sapiña