Las noticias biográficas de este celebérrimo escritor, a quien autores insignes como Ānandavardhana, Abhinavagupta, Vāgbhaṭa, Mallinātha, Viśvanātha y Jagannātha Paṇḍita consideraron el «poeta clásico» por excelencia, pertenecen al mundo de la leyenda. Se le cree natural de Mandasor, en el distrito de Ujjayinī, y la tradición le juzga la más brillante de las nueve perlas de la corte de Vikramāditya; sin embargo, la dudosa identificación de este soberano y la existencia de un relato cingalés tradicional que recuerda la estancia y la muerte del poeta en 522 en Ceilán, durante el reinado de Kumāradāsa, inducen a algunos a situarle en el siglo I a. de C., y a otros a colocarle en el IV o el VI d. de C.
El tibetano Tāranātha refiere en su Historia del budismo una leyenda muy curiosa. K., brahmán sivaíta y huérfano desde su más tierna edad, había sido recogido por un campesino, y fue creciendo sin educación ni cultura de ninguna clase. Cierto día, la princesa Vasantī, hija del rey Bhīmasukla, resolvió escoger por marido a un hombre experto en ciencias y artes; sin embargo, el ministro Vararuci, a quien ella anteriormente rechazara, la engañó dándole como esposo el supuesto hijo del labriego, disfrazado en tal ocasión de gran doctor y sujeto a un mutismo absoluto, que fingía guardar por desdén a la ignorancia ajena. Descubierta la superchería, el marido, a instancias de la princesa, consagróse a la diosa Kālī — de donde su nombre Kālidásā, o «esclavo de Kālī»— a fin de obtener de la divinidad un poco de inteligencia. Luego cayó en desgracia de la misma Vasantī, que le condenó a morir a manos de una mujer.
Y así aconteció en efecto: cierto día el gran poeta fue muerto por una cortesana, la cual quiso arrebatarle un premio que recibiera del rey Bhīmasukla. K. es considerado insuperable no sólo en la elección de los temas, sino también en la descripción de las situaciones amorosas; en sus admirables estrofas destacan sobre todo el virtuosismo de la forma, la penetración y delicadeza de los sentimientos, y, en algunas ocasiones, la cálida y desbordante pasión de los matices poéticos. De las numerosas obras que se le atribuyen son juzgadas auténticas siete: los dramas Śākukntalā (v. Abhijñānśākuntalā.), Vikramorsvaśīya (v.) y Mālavikāgnimitra (v.), los poemas épicos Raghuvaṃśa (v.) y Kumāra-Sambhava (v.), el elegiaco Meghadūta (v.) y el descriptivo Rtusaṃhāra (v.).
O. Botto