George Gordon Byron

Nació el 22 de ene­ro de 1788 en Londres y murió el 19 de abril de 1824 en Missolonghi. Entre sus antepasa­dos (descendía de una rama de una antigua familia normanda, los Buron) no faltaron los caracteres violentos y excéntricos; y aun su propia madre, Catherine Gordon of Gicht, con la que principalmente mantuvo contacto durante los primeros años de su vida, po­seía un temperamento pasional y extraño.

El ambiente escocés materno (B. pasó la infancia en Aberdeen, en precarias condicio­nes económicas debido a las disipaciones de su padre, el capitán John Byron, llamado «mad Jack» por su vida irregular), el som­brío calvinismo característico de tal socie­dad y un defecto físico (la contracción del tendón de Aquiles del pie derecho) fueron elementos de importancia en la formación de un carácter esencialmente melancólico, que hallaba su ritmo vital en la transgre­sión y del cual ofreció el mismo poeta un cuadro de tonos tétricos y recalcados, pero esencialmente verídicos en el primer canto de su narración en verso Lara (v.).

La tris­teza innata de B., su sentimiento de un des­tino trágico y la necesidad de presentar como sobrehumana energía la índole sus­tancialmente estática de su ser, fueron moti­vos que el poeta amplió y fijó en las nume­rosas figuras de «outlaw» por él cantadas en su período más floreciente. Sin embargo, pueden hallarse también indicios de ellos en sus primeros amores (sobre todo en el provocado por Mary Ann Chaworth en 1803) y en los versos satíricos aparecidos en 1807 (v. Horas de ocio) y 1808 (v. Bardos ingle­ses y críticos escoceses).

En Harrow (1801- 05) y en el Trinity College de Cambridge, donde realizó sus estudios, manifestó asi­mismo un carácter extravagante y belicoso. En 1798 había heredado el título y los bie­nes del tío de su padre, William, quinto lord Byron, y en abril de 1808 tomó pose­sión del romántico castillo de sus antepa­sados, Newstead Abbey; en marzo del año siguiente ocupó su sitio en la Cámara de los Pares (donde pronunciaría su primer discurso en febrero de 1812).

B. llegó a la madurez durante el viaje de estudios por el continente (el acostumbrado «grand tour» de los jóvenes nobles) que inició en el ve­rano de 1809; de Falmouth fue a Lisboa, Sevilla y Cádiz, y, luego, al próximo Orien­te, de donde regresó en julio de 1811. El mes de marzo del siguiente año aparecie­ron los dos primeros cantos de La peregri­nación de Childe Harold (v.), cuyo enorme éxito viose indudablemente favorecido por la sociedad aristocrática de la que B. era miembro.

Por aquel tiempo el poeta inspiró una pasión con muchos aspectos insensatos y grotescos a lady Caroline Lamb, esposa del futuro lord Melbourne. A los triunfos de La peregrinación siguieron, entre junio de 1813 y agosto de 1814, los de las narracio­nes en verso (v. Giaur, La novia de Abidos, El corsario, Lara), y, en enero y fe­brero de 1816, El sitio de Corinto (v.) y Pa­risina (v.).

Las figuras de sus tenebrosos personajes se confundieron con la del poe­ta, forjada en la mente de los lectores; de esta suerte apareció el mito byroniano, que, en definitiva, una vez disipada la fiebre romántica, perjudicó a B. tanto, por lo menos, como le favoreciera al principio. En reali­dad, ya antes había empezado a serle per­judicial: concretamente, en la época de su matrimonio.

Él mismo alentó el mito y se convirtió en dandy de sus propias emocio­nes; pues, si bien es verdad que B. creía en la existencia de una maldición sobre él y los suyos, que había de conducirle a la locura, tampoco puede negarse su afán por erigir de este fondo sincero una pose y por obtener sensaciones perversas de la unión con una mujer de carácter positivo y en absoluto adecuada a tal género de vida, Anne Isabella Milbanke, en la que trataba de infundir con toda suerte de alusiones e insinuaciones la sospecha de un incesto con la hermanastra Augusta Leigh (hija de la primera esposa del padre de B. y casada en 1807 con su primo George Leigh).

El matri­monio con miss Milbanke, celebrado el 2 de enero de 1815, no duró sino un año: el 15 del mismo mes de 1816 lady Byron — que en diciembre había dado a luz una niña, Augusta Ada — abandonó el techo conyu­gal y pidió la separación. B., quien se había enajenado ya las simpatías de la burguesía conservadora por las sátiras contra el re­gente contenidas en algunos versos acerca de la princesa Carlota, se atrajo entonces la antipatía de la aristocracia, entre la cual iba difundiéndose la acusación de incesto con la hermanastra Augusta.

La publica­ción, a espaldas del poeta, de dos composiciones inspiradas en sus circunstancias do­mésticas (Fare Thee Well y A Sketch) y la difusión de versos opuestos a los sentimien­tos patrióticos de aquellos años (la Ode from the French y el apostrofe a Star of the Legión of Honour) acabaron de endurecer los ánimos, y el 24 de abril de 1816, tras haber firmado, no sin repugnancia, el docu­mento de separación matrimonial, B. dejó Inglaterra para siempre.

Desde Bruselas fue a visitar el campo de batalla de Waterloo. Luego marchó a Ginebra; allí habitó en la villa Diodati, y encontró a Shelley y a miss Clare Clermont, que se entregó a él y le dio una hija, Allegra, nacida en enero de 1817. El citado poeta y la lectura de Wordsworth por él recomendada abrieron los ojos de B. a las bellezas naturales; ello puede notarse en el tercer canto de La peregrina­ción de Childe Harold. El drama Manfredo (v.), en cambio, manifiesta la influencia de Goethe.

Fruto de la estancia del autor en Suiza fue también El prisionero de Chillón (v.). En octubre de 1816 B. llegó a Milán, y más tarde, pasando por Verona, dirigióse a Venecia, donde permaneció por espacio de tres años. Entre los meses de abril y mayo de 1817 estuvo durante tres semanas en Roma, ciudad a la que llegó después de ha­ber ido a Ferrara (cuya visita le inspiró El lamento de Tasso, v. Torcuato Tasso).

La vida licenciosa del escritor en el relajado ambiente veneciano queda ampliamente documentada por sus cartas, que podrían oponerse en eficaz contraste a la tortuosidad psicológica de su correspondencia inglesa con lady Melbourne; por aquéllas desfilan las compañeras de las aventuras fáciles del poeta, singularmente Mariana Segati y la plebeya Margarita Cogni, la Fornarina (re­lación, esta última, narrada con detalle en la carta posiblemente más famosa de B., dirigida a John Murray el 1.° de agosto de 1819; se trata de un relato que, de ser pues­to junto a la Carmen de Mérimée, no resul­taría deslucido).

El autor, que había trans­formado en un harén sus habitaciones del palacio Nani-Mocenigo, no desdeñaba, em­pero, comercios más intelectuales y más graves ocupaciones; y así, frecuentaba la tertulia de la condesa Albrizzi y la de Benzoni, estudiaba el armenio y atendía a la composición de Beppo (v.) y del canto nú­mero cinco de La peregrinación. En septiem­bre de 1818 inició el mayor de sus poemas, Don Juan (v.), y escribió Mazeppa (v.). En Beppo y en Don Juan, B. abandonaba la pose heroica; había aprendido a hablar en verso y llegó a un estilo poético muy próximo al de la brillante prosa de sus car­tas.

En abril de 1819 conoció a la joven esposa del anciano caballero Guiccioli, Te­resa, hija del conde Gamba de Ravena, y lo que pudiera haber sido una de tantas aven­turas convirtióse en la más permanente de las uniones del escritor, quien, libertino prematuramente envejecido, inició con su amada una vida casi de burgués.

En ade­lante, únicamente la política enardecería su espíritu de aventura. Establecido en Rave­na a fines de 1819, y luego de haber inti­mado con el hermano de Teresa, Pietro Gamba, B. participó en la conspiración de los carbonarios y dirigió el grupo de éstos llamado «de los americanos». Sus simpatías por la nueva Italia hallaron expresión lite­raria sobre todo en La profecía de Dante (v.), escrita bajo la influencia de la lec­tura de la Divina Comedia, en tanto el ejem­plo de Alfieri le llevaba a concebir el drama Marino Faliero (v.).

En julio de 1820, y a instancias de la familia Gamba, el Papa admitió la separación de Teresa y Guiccioli. Fracasados los motines de 1821, el gobierno pontificio confiscó los bienes de los Gamba, quienes huyeron a Pisa, donde B. se les unió en noviembre de 1821. Allí compuso Werner (v.) y El deforme transformado (v.), y siguió trabajando en Don Juan, para lo cual hubo de vencer la aversión inicial de Teresa hacia este poema, que presentaba la imagen de un autor burlado, contraria a la sensibilidad romántica de la mujer.

En el primer número de El Liberal, periódico para cuya publicación B. se había asociado con Leigh Hunt, apareció La visión del Jui­cio, y en el segundo el «misterio» Cielo y Tierra (v.). Debido a una riña entre un criado suyo y un sargento de dragones (marzo de 1822), el escritor hubo de salir de Pisa y marchó a Montenero.

El 20 de abril de este mismo año moría Allegra, a quien su padre, deseoso de convertirla en una católica romana, había llevado a un colegio de Bagnacavallo. En julio falleció Sheey; B. asistió a la cremación de su ca­dáver. Finalmente, el antiguo tedio volvió a dominar el espíritu del poeta, quien, debi­litado por la malaria y cansado ya de Te­resa, dirigióse a Génova en septiembre de 1822. Saludó como una liberación la empre­sa de Grecia, y fue nombrado miembro del comité para la independencia griega for­mado en Londres durante la primavera de 1823.

Luego de algunas vacilaciones debi­das a motivos de salud, decidió capitanear la insurrección, y, a pesar de las protestas de Teresa, quien hubiera querido seguirle, embarcó en Génova el 15 de julio. Aguardando una mayor claridad en las confusas facciones de los revolucionarios pasó cuatro meses en Cefalonia. Llamado a Missolonghi por Alejandro Maurocordato, llegó allí el 5 de enero de 1824, y fue recibido con hono­res reales.

Sin embargo, nada más triste que los tres meses de su estancia en aquella población: ningún hecho de armas, bastan­tes divergencias con los griegos y, final­mente, una fiebre reumática, según unos, o una meningitis, según otros, puso fin a su vida tres meses después, el 19 de abril. Grandes manifestaciones de duelo provocó en Londres la llegada de los restos, que fueron sepultados en la iglesia de Harrow-on-the-Hill.

M. Praz