No seamos hipócritas y reconozcamos que cuando hablamos de literatura hispanoamericana sentimos, junto a un cierto orgullo idiomático, un puntito de resquemor, porque «literatura hispanoamericana» es un término ambiguo, que hermana y rechaza al mismo tiempo: se refiere a la literatura escrita en español, pero fuera de España.
No existe unidad de criterio sobre su origen, pues los estudiosos en la materia se alinean desde los que incluyen en el término a cualquier literatura producida en Hispanoamérica desde la llegada de Colón, incluyendo toda la época colonial, hasta quienes la línea de corte la trazan en el momento de la independencia de las repúblicas americanas y el desarrollo de las sociedades criollas.
En todo caso junto a esta distinción, objetiva por cuanto histórica y geográfica, existen otras diferencias más subjetivas que son, al fin y al cabo, las que pesan en la carga conceptual del término para la mayoría de los mortales: la literatura hispanoamericana refleja la contraposición del nuevo mundo frente al viejo, de unas tendencias emergentes frente a otras rancias u obsoletas, incorpora técnicas innovadoras, temáticas regionales a la vez que universales, se nutre de una tradición oral que no existe en España desde el siglo de oro, y es, en fin, continental en sí misma, compartiendo más influencias con la literatura norteamericana que con la española. Seguir leyendo