Escribí este libro hace veinte años. Y hoy, a la hora de decidir sobre una nueva edición, quise escribirlo de una manera un poco diferente. Originalmente, él fue pensado como un trabajo académico (de hecho, fue mi tesis doctoral). Ahora, y siempre respetando su condición de “estudio”, me he propuesto incorporar en él algunas miradas nuevas, otras perspectivas y reflexiones que, quizá, complementen o difieran un poco de algunas de las cosas en las que creí y pensé hace veinte años. En estos días leí una frase que me llamó la atención: “El hombre se mueve por intereses, no por ideales … Pero los ideales pueden ayudar a diseñar los tales intereses”. La idea quedó dándome vueltas a la cabeza. Los ideales que Gallegos soñó y deseó para Venezuela, siguen vigentes hoy. No sé si ellos llegaron nunca a convertirse realmente en intereses. No sé si los ideales puedan realmente hacerse cuerpo en los intereses inmediatos y prácticos que todos podemos distinguir y comprender alrededor nuestro. Pero, en todo caso, lo que si sé es que los ideales de Gallegos siguen teniendo vigencia en nuestro país. Continúo distinguiendo en él al escritor, al pensador y, quizá sobre todo, al maestro que, en su momento, dijo cosas que tenía muchísimo sentido decir. Sigo viendo en él al educador que logró influenciar a toda una generación de jóvenes que se convirtieron en los protagonistas de la vida política venezolana por más de medio siglo. Cincuenta años de conquistas y de aciertos; cincuenta años, también, de errores, de muchísimos errores; pero, en todo caso, cinco décadas de tiempo que están allí, que los venezolanos no podemos ni debemos ocultar ni, tampoco, olvidar. Precisamente, en la medida en que pertenece a todos, el tiempo construido es útil, necesariamente útil. De lo que se trata es de recordarlo, no para repetirlo sino para seguir “haciendo” desde él, a partir de él.
Gallegos fue un novelista del que no podrían ignorarse sus facetas de educador y de político, pues éstas estuvieron extraordinariamente relacionados en él. O quizá habría, sobre todo, que relacionar a dos de ellas: la del escritor de mundos de fantasía, y la del maestro inspirador de ideales justos. La presencia de Gallegos fue necesaria en esa Venezuela que despertaba a la modernidad; y quizá siga siéndolo en un país que, habiendo entrado ya en el siglo XXI, sigue sumido en contradicciones, incertidumbres y desasosiegos. Creo que hurgar en el escritor que iniciaba su aventura literaria es hurgar, en muchos sentidos, en el comienzo de una de las obras más dignas de la cultura venezolana. De allí la vigencia que, pienso, posee este trabajo; escrito cuando comenzaba a enseñar en la Universidad en la que por más de veinte años no he dejado de hacerlo: la Simón Bolívar, mi universidad.
Caracas, agosto de 2003
Rafael Fauquié
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TÍTULO=»RÓMULO GALLEGOS: LA REALIDAD, LA FICCIÓN, EL SÍMBOLO (Rafa»
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