Ay, Babilonia, de PAT FRANK

babiloEsta historia acerca del holocausto nuclear y sus consecuencias in­mediatas ha sido siempre bien acogida en los Estados Unidos, aun­que no parece haber impresionado demasiado en otros lugares del mundo. Quizá porque describe un cuadro muy norteamericano (y hoy pasado de moda) de la catástrofe nuclear. Es un drama nortea­mericano, un himno a la autosuficiencia y a las virtudes de la vida en una ciudad pequeña. En esta novela, la guerra atómica es libera­dora: lo convierte a uno en un hombre. Seguramente esta idea re­sulta repugnante a la mayor parte de los europeos de la dé-cada del ochenta, pero es un libro hábilmente escrito y curiosa-mente con­vincente.

El héroe, Randy Bragg, es un holgazán privilegiado que vive en una casa grande y vieja en Fort Repose, en la Florida central. El jar­dín de Bragg «reluce con flores de fuego y buganvillas, hibiscos, ca­melias y gardenias y parras». Una vecina, una solterona que trabaja en la central telefónica local, cree que es «un ermitaño, y un esnob, y un amante de los negros». Un día, Randy recibe un telegrama de su hermano, oficial de inteligencia del Comando Estratégico del Aire. El telegrama contiene la frase codificada «Ay, Babilonia», que significa que los soviéticos están a punto de lanzar un ataque nu­clear preventivo contra los Estados Unidos.

Randy pasa todo un día almacenando alimentos (y bebidas al­cohólicas), alertando a su novia y a un médico local, y preparán-dose para la llegada de una cuñada y dos sobrinos. Tras recoger a sus pa­rientes en un aeropuerto situado a unas cuantas horas de coche, cae en un sueño profundo, del que lo despiertan un zumbido distante y luces extrañas en el cielo. La guerra ha comenzado: Miami y otros objetivos de Florida ya han sido alcanzados. «Al mirar un resplan­dor en el sur, Randy fue testigo, desde una distancia de unos tres­cientos kilómetros, de la incineración de un millón de personas.» Otra bomba estalla a corta distancia y uno de los niños queda tem­poralmente ciego. Después, el caos.

El autor utiliza palabras severas sobre la ineficacia de los pre-pa­rativos para una guerra: «Este caos no es resultado de la inefica-cia de la Defensa Civil. Lo que ocurrió, simplemente, es que no había un sistema de defensa eficaz contra la guerra termonuclear. Jamás se había anunciado públicamente cuáles eran las zonas de evacua­ción para ciudades enteras, las zonas libres del «peligro de propa­gación»». Sin embargo, los habitantes de Fort Repose son afortuna­dos. Para ellos los principales problemas son los ataques al corazón, la carencia de refugios, la fuga de convictos, la falta de energía. La mayor parte de la radiación y sus graves consecuencias parecen pa­sarlos por alto.

Aquí comienza el idilio bucólico, y Randy se convierte en líder, tanto de los hombres como de las mujeres. Deja la bebida, y se recu­pera físicamente. Como dirigente de una pequeña comuni-dad des­pués de un desastre que ha acabado con el gobierno, la vida no es para él demasiado difícil. Al fin y al cabo los impuestos no son ya motivo de preocupación. Randy organiza eventualmente una tropa de vigilancia para mantener la ley y el orden en Fort Repose. A me­dida que pasan los meses, la vida se restablece alrededor de una tranquila rutina de trabajo y de diversiones sencillas: cazan y pes­can, cultivan cereales y naranjas, y buscan sal. Exactamente un año después del día de las Bombas, reciben noticias del mundo exte­rior: los Estados Unidos han ganado la guerra, pero eso ya no im­porta. Pat Frank (cuyo verdadero nombre es Harry Hart, nacido en 1907) narra todo esto con gran pericia. Su libro tiene un encanto pa­recido al de La Tierra permanece, de George Stewart, aunque sin el vuelo y la grandeza de esa obra.

Ay, Babilonia es una típica y agradable fantasía, propia de su época. Hoy sería imposible escribir una novela tan optimista sobre la guerra nuclear.

FICHA DEL LIBRO
ENLACE AL LIBRO: CONVERTIR ESTE LIBRO «
TÍTULO=»Ay, Babilonia, de PAT FRANK»
ENLACE DE DESCARGA: ENLACE DE DESCARGA (En el banner vertical)
REFERENCIA Y AUTOR: «Ay, Babilonia, de PAT FRANK»

PDF


FORMATOS DISPONIBLES: EPUB,FB2,MOBI

El doctor Moneda Sangrienta (PHILIP K. DICK)

Bob Dylan cantó una vez «Puedes estar en mi sueño si yo puedo es­tar en el tuyo», y en esencia ése es el tema de este libro. El «doctor Moneda Sangrienta» del título es Bruno Bluthgeld, un científico nacido en alemania que trabaja para los militares norte-america­nos. La época es la década de 1980; el lugar, California. Bluthgeld sufre una crisis nerviosa. Diez años antes fue responsable de un te­rrible error de cálculo que produjo la contaminación de muchas personas por radiación nuclear. Ahora tiene la fantasía de que está desfigurado, de que tiene la cara cubierta de manchas. También cree que lo persigue una «conspiración comunista internacional». Aparte de Bluthgeld, peligrosamente paranoico, hay muchos otros personajes (es una novela ricamente poblada): Stuart McConchie, un vendedor negro de aparatos de TV estereofónica; Hoppy Harrington, un joven víctima de la talidomida, sin brazos y sin pier­nas, que trabaja como técnico de reparaciones en una tienda de TV; Walt Dangerfield, un gracioso astronauta –«una mezcla de Voltaire y Will Rogers»– que queda atrapado en una órbita in­finita alrededor de la Tierra, y Bonny Keller, una frívola hechi­cera, que dará nacimiento a una niña que lleva un gemelo siamés en el estómago.

La historia comienza el día en que estalla la tercera guerra mun­dial. San Francisco es destruida, pero la vida continúa en el con­dado de West Marin, al norte. Los sobrevivientes rehacen allí su vida, y en unos cuantos años construyen una economía rural de trueque. Superficialmente, la situación se parece a la de Ay, Babilo­nia, de Pat Frank. Sin embargo, como en todas las novelas de Philip K. Dick, el desarrollo no es convencionalmente realista. Esa socie­dad bucólica posterior a la bomba se mantiene unida gracias a la perspicacia y la sabiduría de un disc jockey. Walt Dangerfield, el as­tronauta lanzado al espacio el día en que cayeron las bombas, tiene «un millón y medio de kilómetros de cintas de vídeo y de audio», y transmite incesantemente música y lecturas de libros clásicos a la gente de allá abajo (Servidumbre humana, de Somerset Maugham, es muy popular).

Ese estado de cosas relativamente feliz es amenazado por dos personajes que desean rehacer el mundo según sus propios y enfer­mizos patrones. Bruno Bluthgeld se cree responsable de las bom­bas H, lo que en cierto sentido es verdad. Al principio vive tranqui­lamente bajo un nombre falso, protegido por Bonny Keller, el único personaje que conoce su verdadera identidad. Cuando otros comienzan a sospechar que es el terrible doctor Moneda San­grienta, la locura de Bluthgeld vuelve a aparecer, más fuerte que nunca. Amenaza con destruir el mundo otra vez. El otro personaje con características megalomaníacas es Hoppy Harrington, el me­cánico sin extremidades. Hoppy se traslada en un carro mecánico inventado por él mismo; repara las cosas por medios telequiné-sicos. En ese loco mundo de anormalidades biológicas, el talento de Hoppy crece sin medida. Es capaz de llegar al satélite en órbita y controlar los reproductores de Walt Dangerfield; imitando la voz de Dangerfield, intenta transmitir sus propios mensajes al mundo. Choca con Bluthgeld, a quien mata arrojándolo por el aire. El único personaje que puede enfrentarse con Hoppy e impedirle con­vertirse en dictador es Bill Keller, el insospechado hijo de Bonny, de siete años, que lleva una vida invisible en el interior del vientre de su hermana…

El doctor Moneda Sangrienta (Dr. Blood Money) es un libro dispara­tado, grotesco y cautivante. En cierto momento, el simpáti-co Stuart McConchie, que después de la guerra se gana la vida vendiendo trampas para animales pequeños, se encuentra con un hombre que le habla de su ratita, un mutante como tantas criaturas de la novela: «Es muy lista; puede tocar la flauta. No te estoy engañando. Es ver­dad. Le he hecho una pequeña flauta de madera y la toca con la na­riz… Es prácticamente una flauta asiática de nariz, como las que tienen en la India». Esa imagen de una rata que toca la flauta con la nariz es, en cierto modo, central. Resume la visión cómica que Dick tiene de la vida, que se reproduce de mil maneras diferentes, a pesar de los «malos sueños» de los Hoppy Harrington y de los doctores Moneda Sangrienta.

FICHA DEL LIBRO
ENLACE AL LIBRO: CONVERTIR ESTE LIBRO «
TÍTULO=»El doctor Moneda Sangrienta (PHILIP K. DICK)»
ENLACE DE DESCARGA: ENLACE DE DESCARGA (En el banner vertical)
REFERENCIA Y AUTOR: «El doctor Moneda Sangrienta (PHILIP K. DICK)»

PDF


FORMATOS DISPONIBLES: EPUB,FB2,MOBI