Titulada originalmente en alemán «los trabajos de la noche«, esta novela se editó en España como Algo más oscuro que la noche, seguramente para evitar que su título indujera a confusión con otros temas más prosaicos.
En algunos catálogos han clasificado esta obra como literatura de terror, lo que no hace sino demostrar que las editoriales no leen los libros: sólo los venden. Se trata de una novela inquietante, peor hasta el punto de poder considerarla una obra de terror, sino más bien un juego psicológico sobre la soledad, la importancia de los demás y el olvido.
La premisa inicial de esta novela es conocida y no muy original: un hombre que por circunstancias desconocidas se queda como único ser vivo en el mundo, y pasa el tiempo rebuscando por todas partes para saber si hay alguien más. La trama fantástica, la posible trama, no existe en absoluto, aunque en todo momento aparece esbozada. El verdadero centro de la novela es el horror del que se encuentra solo y la devaluación de todo lo que le rodea.
Un día cualquiera, el protagonista despierta y empieza su rutina habitual. Baja a la parada del autobús, pero el autobús no aparece. No hay personas por las calles, ni animales. Nadie. El silencio se ha adueñado de Viena, la ciudad donde siempre ha vivido. Los periódicos son todos del día anterior. En la radio y la TV tan solo hay ruido, ninguna emisión. Ahí empìeza la búsqueda de los otros y la lucha contra su mente, que es el verdadero y gran enemigo.
El protagonista no se pregunta lo que ha sucedido. No es eso lo que le interesa, sino la progresiva caída del protagonista en la paranoia, en la disociación del ego, la inevitable inmersión en una locura que sin embargo parece lúcida. ¿Cómo puede alguien soportar la absoluta soledad? ¿Puede un hombre resignarse a no encontrarse nunca más con nadie? ¿A no mantener una conversación? ¿A no sentir un contacto humano, un roce, una caricia, un beso?
El lector asiste a una paulatina desintegración de su personalidad, de la que surge una nueva psique bastante desequilibrada. Glavinic consigue dotar al relato de una atmósfera opresiva en la que el protagonista, a pesar de saberse solo, se asusta hasta de su propia sombra. El desasosiego se instala en su vida y en la mente del lector, acompañando a Jonas en un camino que solo puede terminar con desencanto.
El mundo despoblado tiene una cualidad de pesadilla, saca a relucir todos los miedos ancestrales del ser humano, de modo que la oscuridad se convierte en un enemigo temible, fuente de desconocidos terrores, donde, a pesar de que la razón le dice que no hay nada en ella la mente no puede evitar poblarla de infinitas amenazas.
Y las cosas que lo rodean, todas accesibles y abundantes, todas a su alcance, van perdiendo valor poco a poco, hasta que cambia la escala de cotización. Si en los primeros días de su soledad el protagonista abandonó su viejo coche delante de un concesionario de automóviles deportivos de lujo y cogió el que más le gustó, ahora, poco a poco,se va dando cuenta de que hay ciento, miles de coches como ese y todos al alcance de su mano, peor ninguno contiene recuerdos de su vida, de su novia y de su pasado como lso cntiene el suyo, y vuelve de nuevo en su ´busca, dispuesto a cualquier cosa para mantenerlo en funcionamiento el mayor tiempo posible. Lo mismo sucede con otro objetos: trata de buscar los platos de casa de su padre, y recuperar cuanto sea posible de sus cosas y de su entorno, y hasta va en busca de su novia al extranjerol por ver si puede recuperar algunas de sus cosas.
El problema de la soledad se acrecienta, se descontrola, y afecta a todas las facetas de la vida. El protagonista es diseñador de muebles y lo hace pro gusto, pero cuando se sienta a trabajar, por el placer de trabajar, no puede evitarpensar en para qué´ diseña esos muebles si nadie los construirá, si nadie lo pondrá en su casa. Los demás pueden ser un estorbo, pero son también los que dan algún sentido a lo que se hace.
El final, que no contaré, por supuesto, es toda una legoría de lo que desaparece y lo que no, con una lectura llena de posibilidades en cuanto a las ideas que suscita., En el mundo no quedan ni personas ni animales; sólo plantas. Pero hay una posibilidad, una concreta, de sentirse de nuevo acompañado y al protagonista le hierve la cabeza pensando en ella, en si aún encontrará alguien allí. El final, como digo, es una apoteosis de lo que es la cultura, la Humnidad como conjunto global y la fuerza de las ideas frente a la realidad.
Un libro totalmente recomendable
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