La amigdalitis de Tarzán (Alfredo Bryce Echenique)

Juan Manuel Carpio es un cantautor en París. María Fernanda de la Trinidad del Monte Montes es una niña bien del pleno centro de San Salvador que llega a París desorientada pero divina, creyendo que todos los taxis llevan a hoteles de cinco estrellas y que todos las personas son embajadores en París. E inevitablemente, se enamoran.

Pero los semáforos en verde se interponen entre ellos. Se interponen entre ellos los fotógrafos alcohólicos, las tarantulitis de los niños, el estado de sitio de El Salvador, las canciones a Luisa de Juan Manuel, el hecho de que ya no se fabriquen ciertos modelos de Alfa-Romeo y las secas flores de una villa en Mallorca. Y es que esta es la historia de un amor que no acaba de encontrar su materialización, un amor a destiempo, un amor que se arrastra a tientas por todo el globo terráqueo buscando la coincidencia en la ETA (Estimated Time of Arrival) de ambos both amantes.

El amor exageradamente exagerado esta vez no se abre paso más que a través de las cartas, y es que Fernanda y Juan Manuel en el fondo, fueron mejores por carta:

"La carta debe ser como un retrato del alma o algo así, porque tú y yo somos de lo más fotogénico que se pueda dar, epistolarmente hablando"

La carta es el espacio para encontrarse, la tierra en que dejar que fertilice ese amor que parece que ni germina ni se pudre, que permanece inmutable pese a todos los cambios que viven, aisladamente, los dos escritores compulsivos de misivas. En las cartas se sienten cómodos, como en un saloncito ordenado al gusto de cada uno; allí se pueden desordenar, dar rienda suelta al desconsuelo, a la ira, y a la risa. E incluso se esconden por carta. No utilizan apenas los silencios en la correspondencia, sino que se esconden escribiendo, ocultándose, en ese típico juego del amor adolescente de hago como que X para que crea que X pero porque sé que en el fondo sabrá que Y. O el amor como una ecuación de "segundo grado".

Así que Bryce Echenique utiliza las cartas como pilar esencial para su narración, supongo que para que la narración "también sea mejor". En realidad los encuentros están narrados por Juan Manuel Carpio; las cartas las utiliza más bien para dar una idea del transcurso del tiempo y para aportar la perspectiva de Fernanda siendo Fernanda, no de Fernanda a través de los ojos de Juan Manuel Carpio. No tengo ni idea de si la intención de Bryce Echenique era hacer una versión tropical y araucanota de Les liaisons dangereuses, o si simplemente le pone el género epistolar; no sé si le ha apetecido darle una perspectiva más objetiva al personaje femenino y no pasarlo únicamente por el tamiz del exagerado sentimiento masculino, ni si ha utilizado el recurso epistolar para acelerar la narración y transmitirla en sus exactos términos verbales a flor de lengua.

Más bien me suena a una mezcla de todo esto. Por un lado, a esta Fernanda María, al dejarla narrarse a sí misma, se le cae un poco el aura de divina e inalcanzable que rodea a las mujeres de Bryce (Octavia de Cádiz apareciendo y desapareciendo de las playas; Inés subiendo y bajando de la hondonada, vista desde la lejanía de la separación), aunque es cierto que Juan Manuel Carpio, en sus versiones de los hechos utiliza todos esos recursos simbólicos para devolvérsela: el llamarla Fernanda Mía, el Alfa Romeo Verde, la estereotipación de "pelirroja flacuchenta"… son trozos de su forma de verla que comparte con el lector.

Por otra parte, muchas veces, leyendo a Bryce he tenido la sensación de estar leyendo cartas a nadie, cartas al vacío o cartas nunca escritas. De hecho, los cuadernos escritos desde el señor Voltaire (en La vida exagerada de Martín Romaña y El hombre que hablaba de Octavia de Cádiz) son como una extensísima carta escrita a la amada.

Por último, con este sistema epistolar, Bryce Echenique consigue hacer la narración más directa: es una novela epistolar, basada en las cartas, pero también es dialógica, claro, porque se basa en el intercambio de cartas en que unas son respuestas a otras. Así, Juan Manuel y Fernanda Suya tejen su propio universo, su discurso personalísimo e intrasferible, que trasciende los espacios y los tiempos para mantenerlos unidos no importa cuál sea el océano que los separe… 😉

Juan Sin Letras. Una cruzada literaria.

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