MUERTES PARALELAS (Fernando Sánchez Dragó)

Todo problema complejo tiene una solución a la vez simple y equivocada.
La complejidad de España, que muchos han querido resolver en un sistema maniqueo de idealistas y reaccionarios, se presenta en esta obra de Fernando Sánchez Dragó en una dimensión verdaderamente humana, y por tanto, real. No hay nada más real que las equivocaciones y los equívocos a los que nos conducen las circunstancias que otros crean y sustentan mientras los demás, casi todos, nos empeñamos solamente en algo tan complejo y que lleva tanto tiempo como vivir dignamente.
En Muertes paralelas, Sánchez Dragó no sólo nos cuenta una historia personal de epopeyas guerreras en un país que arde por los cuatro costados en llamas de odio, vergüenza y revanchismo rural, sino también, y creo que sobre todo, la arboladura y aparejo de dos errores, de cómo un hombre que en realidad es de izquierdas será asesinado por las izquierdas , y cómo un hombre de orden y contrarrevolucionario en el fondo de su alma será asesinado por las derechas.
Su planteamiento no da lugar a ambigüedades: José Antonio Primo de Rivera, fundador de la Falange, un partido que él fundó como sindicalista, español frente al internacionalismo marxista, convencido de la necesidad de mejoras sociales para el trabajador y de una profunda descentralización de las administraciones públicas, es asesinado en la cárcel de Alicante por los socialistas y comunistas, convencidos de que la muerte de su líder privaría a la Falange de fuerza combativa en la lucha por la revolución obrera en que se iba a convertir la guerra civil española. Con su muerte lograron tan sólo que el partido se desnaturalizara y cayese en manos del franquismo hasta convertirse en algo muy distinto a lo que fue en su nacimiento.
Por otro lado, Fernando Sánchez Monreal, padre del autor, director de la agencia de noticias Febos y columnista en varios periódicos de la época, va al encuentro de la sublevación a enterarse de qué pasa y poder contarlo de primera mano a sus lectores. Es un hombre de orden, enemigo de revoluciones y apegado a los valores tradicionales de la propiedad, el respeto y el imperio de la justicia. Sin embargo, es periodista, viene de Madrid, y ha trabajado para algunos medios de los que desconfían los insurrectos y también es fusilado. Con su muerte no lograron nada en absoluto, pero ya se sabe que esta gente mata gratis.
A partir de estas mimbres, Sánchez Dragó nos cuenta la peripecia humana de su familia en la busca del padre, la peripecia española en busca de un equilibrio que parece que nunca acaba de llegar y habla, como muy pocos autores, del proceso de siembra de unos rencores que nunca parecen bien enterrados del todo.
La novela no tiene pretensiones de documento, peor a veces, en algunos pasajes, el autor parece querer echar fuera todo el conocimiento que tiene dentro sobre una época que los más sobrevuelan con frialdad, apoyando los pies de su narrativa en los escasos islotes de general consenso que emergen de ese río de información difusa en que poco a poco tratan de convertir nuestro pasado. La impresión que deja, desde mi punto de vista, es que España existe,  que es una realidad a pesar de los que se rifan su túnica al pie de sus muertos, una realidad precisamente por la continuidad perenne de sus querellas, de sus colmillos retorcidos y de sus vergüenzas, tan inmortales casi como la grandeza de ánimo de la gente humilde.
Quizás alabar la valentía de Sánchez Dragó a estas alturas sea lo más cercano a una broma, porque, como Grass, puede permitirse a su edad y en su posición ser miembro de las SS, de los Khemeres Rojos o de la Santa Compaña, pero no deja de sorprender que en unos tiempos como estos, tan cercanos al pensamiento único y al imperio de lo políticamente correcto, tan manidos de buenos pensamientos obligatorios, tan traídos y llevados de tópicos, verdades indiscutibles y amenazas de ostracismo, un personaje de su nivel público haya tenido el coraje de enfrentarse al cliché de José Antonio Primo de Rivera como líder fascista, reaccionario, caciquil y amigo del terrateniente bajo palio. La novela es buena, y el momento en que la publica, la convierte en grande. Se esté de acuerdo o no con sus tesis, todo el que defienda el verdadero pluralismo, ese que consiste en no mandar callar al que no dice lo mismo que nosotros, debería celebrarla.
Por lo demás, es posible que el libro resulte a veces demasiado prolijo. Se ensaña en detalles, y en recovecos, y se pierde en ocasiones en meandros del tiempo, la memoria y la inutilidad inevitable de lo que nunca cobrará  carta de realidad. Como la vida misma cuando es vida y no un resumen o un manual para que aprendan los que no han vivido.

Javier Pérez en

Viaje a la historia de la publicidad gráfica. Arte y nostalgia

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