Cuna de gato, de KURT VONNEGUT

Es la novela del ice–nine, una sustancia cristalina, artificial, produ­cida para ayudar al ejército norteamericano a salir de las zonas pan­tanosas. El único problema del ice–nine es que una pequeña can­tidad del producto podría congelar para siempre toda el agua del mundo.

Es la historia del doctor Felix Hoenikker, «padre de la bomba atómica», inventor del ice–nine, excéntrico jefe de una extraña fami­lia. Hoenikker muere antes de que comience la acción de la novela, aunque es uno de los personajes más importantes del libro. Es el tí­pico hombre de ciencia amoral, totalmente desinteresado por los seres humanos, obsesionado con sus juegos intelectuales.

Es también la historia de Bokonon, cuyo nombre real es Lionel Boyd Johnson, un anciano negro de la India occidental que funda la primera religión calipso del mundo (él admite alegre-mente que es un conjunto de mentiras). «Vivid por el foma que os hace valien­tes, buenos, sanos y felices», dice Bokonon. Y define el foma como «mentiras inofensivas».

Es también la historia de la República de San Lorenzo, la patria caribeña del bokonismo, una isla paradisíaca increíblemente pobre donde el inútil hijo del doctor Hoenikker, Frank, llega a ser «minis­tro de Ciencia y Progreso». El narrador innominado –«llamadme Jonah»– viaja a San Lorenzo para entrevistar a Frank y a otra gente, y de la noche a la mañana se encuentra ejerciendo la presi­dencia de la isla.

Es la historia de Mona Aamons Monzano, la hija –mestiza y llamativamente hermosa– de un arquitecto finlandés que ha cons­truido el único hospital de San Lorenzo. Practica regularmente el bokomaru, el masaje mutuo de los pies que conduce a la fusión su­blime de las almas a través de las plantas de los pies. Mona convierte al narrador al bokonismo, la única religión que da sentido a un mundo loco, loco.

Es además la historia de muchas otras cosas, ya que Cuna de gato (Cat’s Cradle) es una de las novelas de Kurt Vonnegut más imagina­tivas y más deliciosamente complejas. Se burla de la ciencia, de la religión, del patriotismo, de todo, y termina de la única manera en que probablemente puede concluir, es decir, con el Fin del Mun­do. Accidentalmente cae al mar un poco de ice–nine, frente a San Lorenzo, y todo se congela, provocando tornados que asuelan el mundo. El narrador sobrevive durante seis meses, en los que se ocupa de escribir sus memorias. Al final, lo único que le queda por hacer es seguir el último consejo de Bokonon: escalar una montaña y acostarse con la historia de la estupidez humana por almohada, ponerse ice–nine en los labios, hacer una horrible mueca de dolor y mofarse de Tú–Sabes–Quién.

La irónica y, en última instancia, reconfortante marca de nihi­lismo de Vonnegut se hizo famosa con la publicación de su última novela, Matadero–5 (1969), aunque en ese libro no había nada que no hubiera dicho antes –con humor, astucia o patetis-mo– en Las sirenas de Titán y Cuna de gato, así como en la excelente novela Madre Noche (1961), que no pertenece a la cf. No creo que Vonnegut sea un sabio, pero no cabe duda de que es uno de los escritores más origi­nales de nuestro tiempo.

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