El premio Nobel (Mois Benarroch)

La escritura y la locura no están nunca demasiado lejos, y algunos de los mejores escritores de todos los tiempos han sido tipos insoportables asentados sobre una lógica cuando menos dudosa.

En el Premio Nobel, Mois Ben

El Premio Nobel, de Mois Bernarroch.

arroch nos obliga a seguirle a través del humor, la ironía y una cruda acidez satírica a través de los devaneos de un escritor que se ha internado a sí mismo en un sanatorio mental y de uno de sus amigos, que se interesa por él para tratar de descifrar las claves de su mentalidad y su obra.

Como tema aledaño, o quizás central, la duda entre la popularidad y el trabajo bien hecho, el deseo de escribir para alguien sin llegar a doblegarse a los gustos del gran público, un público cada vez menos interesado en pensar en nada, y los celos entre los escritores, que se mienten sistemáticamente unos a otros sobre las editoriales, los contratos y los ejemplares que han vendido de su última obra.

A pesar de su brevedad, podemos encontrar en el premio Nobel a enfermeras que se divierten con la rarezas de sus pacientes, a extraterrestres que buscan sexo con cualquier bicho viviente, a esposas que dudan de si la literatura es una profesión o un pretexto y a toda clase de personajes, unos reales y otros ficticios, cumpliendo puntualmente con su papel en la farsa, demasiado real, para desaparecer en el momento adecuado.

En mi opinión, aunque el libro quiere parecer un divertimento humorístico, es una tremenda denuncia envuelta en falsas risas, acaso porque mostrarla a las claras fuese demasiado crudo.

Me recordó a la ilusiones perdidas, de Balzac, pero en clave de buen humor sefardita.

Si os acercáis a este libro, perdonad al autor sus pequeños deslices gramaticales: pensad en cómo lo hubiéseis escrito vosotros si vuestra lengua materna hubiese sido el castellano antiguo…

 

Podéis encontrarlo aquí, por ejemplo:

 

http://www.lulu.com/shop/mois-benarroch/el-premio-nobel/paperback/product-20473069.html

 

 

Djuna Barnes y el bosque de la Noche. Transgresora, onírica y lesbiana.

Djuna Barnes

A veces le da a uno por frecuentar esos autores a los que normalmente se llama «raros» y en esta ocasión le tocó el turno al bosque de la Noche, de Djuna Barnes.
Escribir una opinión sobre esta novela es casi imposible sin hablar primero de la autora, una mujer peculiar y estigmatizada por su época y que, de todos modos, supo rodearse de personajes interesantes, intensos y profundamente controvertidos. En cierto modo, y si se me permite la comparación, considero a Djuna Barnes una especie de alter ego de Franziska von Reventlow, pero mucho más triste y más atormentada que la alemana.

Ambas mujeres, en efecto, se introducen en los ambientes masculinos, escriben, hacen lo que les da la real gana, mantienen relaciones de todo tipo, se codean con los mejores escritores y artistas de su época y crean un ambiente estético a su alrededor que las convierte en únicas. La prusiana, por su parte, se ríe de todo, se casa por dinero con un conde, se divorcia por dinero pero sigue siendo condesa, se muere de risa con todo el mundo y se mata en un accidente de bicicleta.

Djuna Barnes hubiese querido, seguramente, tener ese carácter desapegado, pero no lo consiguió del todo. Viajó por Europa, tuvo grandes experiencias, participó también en la locura de su época, peor pesó demasiado sobre ella el trauma de su origen, y acabó encerrándose en Nueva York durante cuarenta años, donde murió nonagenaria. El caso de Djuna Barnes no podía ser de otro modo: nacida en una colonia de artistas fundada precisamente para servir de inspiración creadora, no acude a la escuela porque su padre (violinista del montón) considera la enseñanza pública una influencia burguesa indeseable. De ese modo, aislada de los demás, es educada por su abuela y por su madre, que no consiguieron evitar que quisiera probarlo todo y no respetase norma alguna. A esto seguramente también ayudó que su padre y su abuela abusaron sexualmente de ella en su infancia y juventud.

Por lo visto, su padre no consideraba que abusar sexualmente de su hija fuese una mala influencia burguesa. Los artistas revolucionarios a menudo son así…

En cuanto a la novela, El bosque de la Noche narra la historia de varios personajes desquiciados moviéndose por la Bohemia parisina, entre borracheras, celos, lesbianismo, relaciones atormentadas y ataques de lucidez absolutamente geniales.

Muy pocas novelas combinan con tanta perfección lo absurdo de la trama, el aburrimiento del estilo, embrollado y pedante, con destellos de fabulosa fuerza narrativa que devuelven de nuevo al lector al corazón de la novela, impidiéndole darle la patada que en la mayoría de los pasajes merece.

El bosque de la noche, por tanto, no es una novela desigual, sino una novela que basa toda su esencia en la discontinuidad, y que precisamente por ello refleja aún mejor a esos personajes sucios, arteros, egoístas y mentirosos, depravados en todos los aspectos y que, aún así, resurgen de vez en cuando de su miseria par convertirse en seres únicos a los que nadie querría conocer pero a todo el mundo le gustaría haber conocido.

La historia principal, consistente en el amor lésbico de dos mujeres por una tercera, es totalmente lírica y me parece una de las historias de amor más destructivas y más enérgicas que he leído. Cuando la lees, no te interesa nada lo que les pase, luego te preguntas si alguien en la novela está sobrio o despierto y finalmente te convences de que borrachos, drogados y suicidas son en realidad la trama del tapiz de este mundo.

Una lectura irrepetible. Aún no sé si para bien o para mal, y eso me obliga ineludiblemente a recomendarla.

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An der Zeitmauer. Junto al muro del tiempo, de Ernst Jünger

En el muro del tiempo

El libro que me ha ocupado más últimamente es «An der Zeitmauer» de Jünger. Para decirlo en seguida: es un libro sumamente inteligente y bueno que he leído con el placer con el que se ven confirmados sentimientos e ideas propios por un hombre más competente. Con lo que no quiero decir, desde luego, que yo hubiese tenido también las ideas principales y fundamentales de Jünger. El libro es un análisis sobre el malestar de la humanidad actual, especialmente la occidental. Quiero indicar primero en qué medida compartía las ideas de Jünger sobre la situación actual de la humanidad antes de la lectura de su libro. Para él, como para mí, la hora del mundo se explica como final de una era, la del hierro según la mitología antigua, que en este punto coincide casi con la india. Vivimos en el otoño tardío de un eón, en un mundo a punto de desaparecer, que se disuelve, que para muchos se ha convertido en un infierno, que para casi todos es desapacible y cuyas amenazas aumentan constantemente. No importa que el plazo hasta que concluya este proceso dure aún siglos, décadas o años, que la catástrofe final se produzca como suicidio de la humanidad en una guerra atómica, como naufragio de la moral y la política, como aplastamiento del ser humano por su máquinas: nos hallamos de camino hacia ese momento en el que según las ideas hindúes el dios Shiva destruye el mundo en una danza para hacer sitio para una nueva creación. Vemos consumirse la historia universal, es decir la historia de nuestra era, en formas estatales hipertróficas, en batallas de material absurdas, en el exterminio de innumerables especies animales y vegetales, en el marchitamiento de lo que es bello y reconfortante en las ciudades y los países, en el hedor de las fábricas, en la enfermedad de las aguas y en la no menor enfermedad y desecación de las lenguas, de los valores, las palabras, de los sistemas ideológicos y religiosos. Y que a esta descomposición que se acelera silenciosa y rápidamente se enfrente un deslumbrante desarrollo de la inteligencia y de las conquistas técnicas, que próximamente nos podamos dejar lanzar por la centrifugadora de nuestra existencia mecanizada al espacio, parece consolar más a las masas que a los filósofos. Hasta ahí yo y miles hemos sentido e interpretado el clima de nuestro tiempo y ahora vemos nuestro malestar y nuestros intentos de entenderlo confirmados por Jünger, que con gran inteligencia y sensibilidad y con las herramientas de su erudición polifacética, especialmente de las ciencias naturales, observa todos estos síntomas, los ordena e interpreta. Pero mientras nosotros, los hindúes que creen en Shiva tanto como nosotros los artistas y poetas de hoy, incluidos espíritus como Nietzsche y Spengler, contemplamos la situación del mundo de una manera histórica y absolutamente antropocéntrica, Jünger —y eso es lo nuevo y sorprendente de su gran visión— no la ve de una manera histórica, es decir histórico-humana, sino geológica. Para él las cosas buenas y malas que la humanidad hace hoy no son iniciadas ni promovidas por ella, sino que son dic tadas por el espíritu de la tierra, incluso del universo. Para él nos encontramos a la «salida de la historia». El rico material de la geología, paleontología, zoología y otras disciplinas de las ciencias naturales que aporta el autor ha sido instructivo para mí, pero me ha resultado incontrolable. Sin embargo, he podido comprobar el material que ha recogido del mundo de la historia y del espíritu para enriquecer y apoyar su relato, y aquí no sólo muestra una erudición importante, sino además una sensibilidad alentadora, y un sentido de la calidad digno de confianza. Algunos lectores podrán sorprenderse de que Jünger parta de un síntoma de la época como la aparición de la astrología en los periódicos y que lo persiga a través de todo el libro. Yo tomaría otros síntomas más en serio. Pero él obtiene la ventaja de que sin delatar una fe en el valor de los pronósticos astrológicos se puede servir del bonito lenguaje simbólico de este venerable arte. De hecho una fecha corriente, un punto sin caracteres específicos en una línea sin fin, son algo muy distinto y mucho más insignificante que un momento determinado astrológicamente, que está cargado desde el sistema planetario y el zodíaco con imágenes y significados. Hacia ahí apunta todo el libro: en vez de una manera de ver y de vivir abstracta y exclusivamente intelectual propone al lector una visión sinóptica y le invita a contemplar sus actos y sus sufrimientos también determinados desde la tierra y el cosmos. Esto conduce también a reflexiones muy bellas sobre el juego entre la libre voluntad y la determinación y las buenas palabras sobre la libertad humana. La reflexión que en parte es una despedida de nuestra era «histórica» y de toda «historia», en parte una alusión premonitoria a lo que ha de venir, no termina en absoluto en un nihilismo de cualquier tipo. Sin embargo, sería excesivo calificar de optimistas los excelentes capítulos finales, pero son afirmativos y creen en el futuro, y basan su actitud moral en el legado humano y humanista. No me afecta en qué medida las obras y los pronósticos de Jünger son «acertados» o lo que pueda aducirse contra ellos desde este o aquel punto de vista. La discusión sobre eso sería literatura y parloteo. Me basta completamente haber participado en esta exhibición y haber pasado días fecundos con ella. La bella obra me ha instruido y corregido en los terrenos de las ciencias naturales y de la técnica en los que estoy atrasado. En lo humano y moral no me ha cambiado, pero sí fortalecido agradablemente.

Hermann Hesse

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