La historia comienza con un misterio que se mantiene durante el examen médico de Anna, incapacitada para recordar el rostro de su marido pero que le resulta familiar un hombre que va a comprar bombones a su tienda y no parece conocerla.
Igualmente interesa la investigación de Paul con ayuda de Schiffer, incluso cuando se ve venir que ambos casos están relacionados y se va adivinando lo que le ocurre a Anne antes de que ella misma lo sepa.
El autor mantiene un ritmo de interés constante, no se alarga en las escenas de acción, explica la situación mental de Anna y las diversas pruebas a que se la somete con claridad, sin dar sensación de pegote, sobresaliendo el encuentro con el profesor Alain Veynerdi, experto en “leer” el pasado en las huellas que ha dejado la vida en el cuerpo. Mediante análisis de sangre, exámenes de cabello etc… el médico llega a una conclusión que ya se ha adelantado, sin anular la fuerza de la revelación vista a través de Anna.
Centrada también en la descripción del barrio turco dentro de París, muestra un mundo distinto, violento, corrupto, con sus propias leyes y costumbres, que Schiffer conoce muy bien, logrando que quien lee se sumerja en su interior.
Grangé presta especial atención a la descripción de los personajes, sobre todo los dos policías protagonistas y sus diferentes formas de ser:
A Paul Nerteaux se le muestra como un idealista que se siente afectado incluso físicamente ante la violencia desplegada por Schiffer; un romántico que se enamoró de Reyna, una delincuente que pretendía regenerar y de la que está divorciado.
Mientras, Schiffer es un hombre duro, un jubilado al que Nerteaux, pese a buscarle, teme: “A su manera, el Cifra era el padre de todos los policías. Mitad héroe, mitad demonio, encarnaba por sí solo lo mejor y lo peor, la rectitud y al corrupción, el Bien y el Mal. Una figura fundadora, un Gran Todo al que Paul admiraba a su pesar, como había admirado, desde el fondo de su odio, a su alcohólico y violento padre”.
Schiffer es una obvia figura paterna para Paul, que el autor parece acentuar al referirse siempre a uno por su apellido y al otro por el nombre, destacando aún más la diferencia entre quien cree que la ley soluciona las cosas y quien sabe que a veces es necesario transgredirla para hacer justicia.
Los personajes femeninos, Anna en lucha por recuperar su vida y Mathilde Wilcrau como la psiquiatra que la ayuda, son fuertes, con personalidad y motivaciones.
Resaltar que cuando crees conocer las principales tramas, el autor sorprende con un cambio de registro que incluye violencia casi gore, motivaciones inesperadas y la recuperación de la memoria de Anna…
Sobresale de la mayoría de las publicaciones actuales por estar correctamente escrita, incluyendo afortunadas metáforas y descripciones, tiene un argumento a ratos intrigante llevado con buen pulso y casi sin exceso de texto y, sobre todo, personajes interesantes en su fuerza y debilidad, con una excelente construcción que incluye a los secundarios.
Diferente.
– “El imperio de los Lobos ha sido llevada al cine en 2005 por Chris Nahon, protagonizada por Jean Reno (que también intervino en la adaptación de otra novela de Grangé, “Los ríos color púrpura”), Jocelyn Quivrin, Arly Jover y Laura Morante, como Schiffer, Paul, Anna y Mathilde.
Viaje a la historia de la publicidad gráfica. Arte y nostalgia
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