Acabo de terminar la lectura de “The catcher in the rye” o “El cazador oculto”, como lo traduce Pedro B. Rey, de Sudamericana Joven, edición de 1998, para la versión en español de esta novela que tanto revuelo ha causado, a través del tiempo en las gentes jóvenes de las Américas.
Si J.D. Salinger se propuso graficar la personalidad de un adolescente sociópata, la novela es excelente. Me gustaría pensar que su lectura ha de ser una delicia para cualquier sicoanalista.
Holden, el personaje del Cazador Oculto, no dice nada. Siempre empieza a decir algo, sugiere que va a emitir una opinión y repentinamente calla. Desprecia profundamente al posible oyente, como desprecia a todos los que lo rodean. Holden es incapaz de comunicarse con nadie. No lo logra ni con su “querida” hermanita Phoebe que un momento llega a decirle que él no ha hecho nada en su vida, y, más aún, lo reta insistentemente a que mencione una sola cosa hecha por él. Holden es incapaz de responder. En otro momento el cazador intenta comunicarse con una chica, antigua enamorada, llamada Sally y cuando logra obtener una cita con ella, destruye la relación en un dos por tres, siempre bajo la premisa-conclusión de que ella es snob, cursi, ignorante e incapaz de pensar. Todos los hombres que lo rodean son para el cazador, o maricones o ignorantes o cerdos incapaces de pensar como él. Su posición ante la vida real me hace recordar a los jóvenes que leían “El Hombre Mediocre” de J. Ingenieros, allá por los años sesenta, y a partir de ese momento calificaban a todas las personas que conocían, como águilas o ratones. Conocí a uno que habiendo calificado a un nuevo concurrente como águila, luego, al detectar alguna idea que no le gustó de este nuevo “ave rapaz”, le dijo: “Tú eres un ratón que se ha pegado las alas con cinta scotch.”
No me maravillo al enterarme de que el adolescente asesino de John Lenon y el joven que atentó y disparó contra Ronald Reagan tenían en el bolsillo un ejemplar de esta novela. Ambos eran sociópatas. Los dos parecidos a Holden y al personaje de Robert de Niro en la película “Taxi driver”.
Bueno, pero ¿se puede hacer una novela con un personaje central que es un sociópata, narrada en primera persona? Laura Restrepo cita, en su novela “Delirio”, a Gore Vidal haciendo mención de un consejo que Henry James da como advertencia a los escritores “que no pusieran a un loco como personaje central de una narración, sobre la base de que al no ser el loco moralmente responsable, no habría verdadera historia que contar.”
Henry Miller, en su Trópico de Cáncer, aparece como otro sociópata, pero uno que dice cosas que vale la pena escuchar, rumiar y por último, fantasear. El Cazador oculto no dice nada que merezca escrutinio.
Aún más, ¿qué clase de enfermo mental es el Artemio Cruz de Carlos Fuentes, que también cuenta en primera persona su biografía, desde su lecho de muerte? ¿Un narrador sociópata y por lo tanto moralmente no responsable, que se muere al final de lo narrado? Pero qué interesantes juicios, raciocinios, blasfemias y cuestionamientos que hacen los personajes de Miller y de Fuentes.
Al leer el final de la primera página o al comenzar la segunda página del “Trópico de Cáncer”, según sea la edición, cuando Miller dice que ese no es un libro sino un insulto prolongado y otras cosas terribles más, llegué a la conclusión de que yo debería, algún día, llegar a ser un escritor.
Cuando leí “La Muerte de Artemio Cruz”, comprendí que es posible narrar una historia desde el interior de la mente caótica de un moribundo que no conoce límites, desconoce la moral y que no tiene vergüenza de admitirlo.
Pero, volviendo al “Cazador Oculto” de Salinger, creo que encontré en el libro sólo un pensamiento digno de rescate, la cita del psicoanalista Wilhem Stekel, que Holden recibe del señor Antolini: “El rasgo distintivo del hombre inmaduro es que quiere morir noblemente por una causa, mientras que el del hombre maduro es que quiere vivir humildemente por una.” Holden oye y lee el consejo, pero de inmediato le da cansancio, dolor de estómago, dolor de cabeza y se niega a pensar. Todos estos son síntomas de serios problemas de adaptación social.
Aparentemente el libro es importante por el lenguaje que Salinger utilizó para narrarlo. No es importante por lo que dice o no dice, sino más bien por “cómo lo dice.” El lenguaje conversacional que los adolescentes norteamericanos usan en ausencia de los adultos. La traducción que menciono haber leído no captura esa sutileza. De repente la traducción es válida para el lector argentino. Voy a dar un ejemplo tan sólo: la versión en inglés dice: “I am the one that´s flunking out of the goddam place, and yu’re asking me to write you a goddam composition,” I said. Esta es la versión original que revela el lenguaje conversacional de los adolescentes en secundaria.
El libro que leí en español dice: “Me acaban de echar de este lugar de porquería y me estás pidiendo que te escriba una composición,” le dije.
La traducción que yo pienso sería más fiel al original podría decir: “Me acaban de botarCONVERTIR ESTE LIBRO «
TÍTULO=»\_ednref1\»>[i] de este malditoCONVERTIR ESTE LIBRO «
TÍTULO=»\_ednref2\»>[ii] lugar, y tú me estas pidiendo que te escriba una maldita composición,” le dije. En cualquier otro libro, me trago la diferencia y me conformo con entender en gruesos términos lo que el autor quiso decir. En el libro de que hablamos, no. Repito, en esta novela lo más importante es: el cómo dice el personaje, cada cosa. La traducción para “Goddam”, no es “porquería”, de ninguna manera.
El resto del libro, “El cazador oculto” no dice nada constructivo ni inquietante. Es un documento paralizado, como es Salinger. Un ermitaño hosco y mudo, un perfecto sociópata, un suicida frustrado (ver el cuento “A perfect day for bananafish”), para el que probablemente todos, especialmente yo, somos unos malditos estúpidos que no somos capaces de pensar de una manera, “fucking decent”, como piensa él.
Para los adolescentes es otra cosa. La novela del cazador es una posición de rebeldía. ¿Contra qué?, no importa. Es la violencia que resulta de la impotencia que un joven experimenta cuando desea ser independiente, pero sabe, positivamente, que es incapaz de lograrlo, no porque alguien se lo impida, sino porque no se siente capaz de vivir por su cuenta. Si se va de su casa, no tendrá donde dormir, no comerá, no podrá hacer muchas de las cosas que él aspira intensamente hacer. La mayoría de los jóvenes, menores de edad, optan por la conveniente convivencia con los adultos, sus padres, hasta que son capaces de vivir por sí. Otros, no. Se estrellan contra la realidad y se paralizan en la acción, como nuestro cazador.
En el caso de Holden, Mr. Salinger, sabiamente le resuelve el problema. Le crea una abuela rica que le engorda la cuenta en el banco y con este capital él puede hacer cosas que ningún otro adolescente sin dinero, a su derredor, podría hacer. Un recurso fácil de Salinger para darle credibilidad a su personaje, que algunos defienden como la perfecta imagen de un niño (?).
Pero al final, esta es sólo una lectura. Mi lectura.
Juan Sin Letras. Una cruzada literaria.
Juan Sin Letras. Una cruzada literaria.
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