Vida de Agrícola, Cornelio Tácito

[De vita et moribus Iulii Agricolae]. Biografía encomiástica de Cneo Julio Agrícola, publicada en 98 d. de C. por Cornelio Tácito (55-primer cuarto del siglo II), yerno suyo. No posee, sin em­bargo, los caracteres íntimos de la biografía antigua, dirigida ante todo a perfilar la per­sonalidad humana del héroe a través de un material anecdótico; se acerca más a la monografía histórica del tipo de Salustio.

En realidad la parte esencial del Agrícola está constituida por la narración de las gue­rras británicas, para explicar las cuales Tá­cito no vaciló en poner al frente un tratado geográfico e histórico de Bretaña. También los discursos que pone en boca de Calgaco, jefe de los rebeldes, y de Agrícola entran en el género histórico, mientras los hechos de carácter privado son descuidados o ape­nas indicados. El exordio, que con sombríos tonos evoca la tiránica opresión de Domiciano, expresa la posición de Tácito fren­te al régimen imperial; tampoco disimula la alegría de encararse, como los demás «supervivientes de sí mismos», con las nue­vas auras del reinado liberal de Nerva. La hostilidad contra la tiranía informa la na­rración de las primeras actividades de Agrí­cola, quien, después de haber dado óptimas pruebas de su capacidad en los primeros mandos militares de su carrera y en los cargos siguientes ocupados bajo el reinado de Nerón, no dio lugar a que hablasen de él, «consciente de los tiempos en que la iner­cia era sabiduría».

Solamente adquiere la verdadera medida de su propio valor cuando Vespasiano le confiere el gobierno de Bretaña. Como cuenta Tácito, desde los tiempos del primer intento de conquista llevado a cabo por César, hasta los que siguieron a la conquista de Claudio, la sumisión de la isla no había sido total ni profunda. Asimismo, por culpa de los gobernantes incapaces o corrompidos, los fieros pueblos británicos se habían rebelado diversas veces, dando lugar a duras y peligrosas guerras. Tácito da a conocer los caminos mediante los cua­les un gobernador justo y prudente trata de romanizar el país: Agrícola atendía severaramente a la administración romana, la jurisdicción, el sistema tributario; por otra parte, promovía las construcciones públicas y privadas, templos, foros y casas, educaba a la juventud noble a la manera romana, difundía el uso de los vestidos romanos, de los pórticos, de los baños y de los convites elegantes. Tácito no acierta a dominarse y dice que «los necios llaman cultura a todo esto, mientras que sólo era un aspecto de la esclavitud». Las empresas guerreras, entre las que destaca la conquista de la isla de Mona (Anglesey) y de la Caledonia (Esco­cia), son objeto de la mayor atención y narradas de modo real y preciso.

En con­junto, Tácito logra su fin de hacer revivir la figura de un gran romano dotado de las mejores virtudes de la raza y de la disci­plina imperial. En el año 85, después de siete años de gobierno, Agrícola fue llamado a Roma. Tácito da por cierto que la causa fueron los celos de Domiciano, cuando en realidad los peligros que amenazaban la frontera del Rin y el Danubio aconsejaban no dispersar las energías. Lo cierto es que Agrícola no fue empleado de un modo in­mediato, precisamente cuando su capacidad militar habría podido servir en las catas­tróficas guerras del Danubio. Por ello Tá­cito, al describir patéticamente la muerte de Agrícola, ocurrida el 94, a los cincuenta y cuatro años de edad, acentúa las circuns­tancias que dieron motivo a creer en un envenenamiento. Las últimas páginas van dirigidas contra Domiciano, con el pretexto de ensalzar a Agrícola, muerto a tiempo para no ver la última orgía de sangre del tirano. El contraste aumenta la grandeza de las dotes de Agrícola; a la vez se perfila vigorosamente la primera de las figuras de los crueles déspotas, que poblaron las his­torias de Tácito. Respecto a la vulgarización de Davanzati, v. Anales.

A. Passerini

Agrícola de Tácito es una canorñzación histórica, clásicamente espléndida, de un administrador consular. El pensamiento que allí domina es que no se puede triunfar sin permiso del emperador. (F. Schlegel)

Siente amor por el arte del perfil y di­buja, a la manera salustiana, con vigorosos relieves y contrastes; pero tras los aspectos comunes y superficiales de la tradición se ponen de relieve los rasgos innegables de la individualidad humana. (C. Marchesi)