[Voyage autour du monde et á la recherche de La Pérouse], En esta obra del capitán francés Jules Sébastien- César Dumont d’Urville (1790-1842), publicada en 1832-33, el diario del viaje efectuado por la nave «Astrolabio» por los años 1826-29 se alterna con largas y curiosas descripciones de los habitantes de las regiones descubiertas.
Bajo el mando de D’Urville, el «Astrolabio», partido de Tolón el 25 de abril de 1826, llegó el 2 de diciembre a Port Jackson, en Australia, e inició una minuciosa exploración de la costa de Nueva Zelanda, de la que hallamos en el libro una completa descripción histórica, geográfica y antropológica, con todas las observaciones de los precedentes exploradores de aquel lugar, y numerosísimos documentos. De Nueva Zelanda pasó después a las islas de los Amigos — cuyos habitantes no se mostraron, sin embargo, tan amistosos con ellos como lo habían sido con Cook —, exploró y precisó las posiciones de las islas Fidji, apenas avistadas antes y, después de pasar más allá de las Nuevas Hébridas, hizo importantes investigaciones hidrográficas en las islas de la Lealtad, en la Luisiada y en las costas de Nueva Britania y Nueva Guinea, y llegó, el 12 de octubre de 1827, a Hobart (Tasmania), donde tuvo noticias de que habían sido encontrados rastros de la expedición La Pérouse en la isla de Vannikoro (islas de Santa Cruz).
Partió entonces con rumbo a aquella isla, donde llegó el 21 de febrero de 1828; inmediatamente fueron echadas al agua diversas canoas y por todas partes se fue en busca de los restos del explorador, hasta que la tripulación de una de ellas vio en el fondo del mar anclas, cañones y granadas, seguro testimonio de un naufragio. Con ulteriores investigaciones se pudo establecer que La Pérouse, naufragado en las cercanías de la isla, había sido muerto por los salvajes con todos sus hombres; por esto se elevó en aquel lugar un monumento en recuerdo de la infortunada expedición. Pero el clima era funesto para los europeos, y cuando, el 17 de marzo, la expedición abandonaba la isla, las condiciones sanitarias de la tripulación obligaron a D’Urville a dirigirse sin tardanza hacia las islas Marianas, pero efectuando durante la travesía importantes exploraciones entre las islas Carolinas. Mejorada la salud de sus hombres, efectuó todavía investigaciones hidrográficas y botánicas en las islas Célebes, y el 25 de marzo de 1829 estaba de regreso en Marsella.
La expedición tuvo gran importancia científica, porque sus numerosísimos trabajos hidrográficos, relieves y mapas perfectos, hicieron relativamente fácil y segura la navegación en aquellas regiones, peligrosas por su laberinto de islas y de escollos. Dumont d’Urville pertenece a aquel grupo de navegantes que, como Malaspina, aun sin realizar importantes descubrimientos, contribuyeron con sus cuidadosas investigaciones a dar un conocimiento preciso de los archipiélagos de Oceanía.
P. Gobetti