[Voyage en Languedoc]. Obrita de Chapelle (Claude-Emmanuel Lhuillier, 1626-1686) y Bachaumont (François Le Coigneaux, 1624-1702), publicada en Colonia en 1663.
Es la divertida relación del viaje que los dos amigos llevaron a cabo juntos en 1656 para ir desde París a efectuar una cura de aguas en la aldea de Encausse, al pie de los Pirineos. Su prosa vivacísima alterna con grupos de versos graciosos o ingeniosos semejantes a cuadritos que atraen la atención del lector sobre las cosas más características. De Orleans a Blois, a Amboise, a Blaye, donde ambos se embarcan y prosiguen por el Garona, a Burdeos, desbordante de naves y mercaderes que acuden para la feria de los vinos, a Agen, y finalmente a Encausse, es un sucederse de comidas suculentas, de festivas acogidas de amigos, de conversaciones con mujeres hermosas. En Encausse los dos amigos tienen una visión: el espíritu del río les explica, con una fabulita mitológica, el fenómeno del flujo marítimo que remonta el estuario del Garona, fenómeno sobre el cual discutieron tanto Descartes y Gassendi. El regreso se efectúa por otro camino, pero difiere poco de la ida: bellas ciudades y excelentes comidas; sólo Narbonne forma excepción con sus lluvias, sus mujeres feas, su iglesia que no vale nada, y un cuadro famoso de Sebastiano del Piombo, «La resurrección de Lázaro», que horroriza por su realismo.
En Grouille, un quiosco del parque del marqués d’Aubijoux le inspira un madrigal (voluptuoso suspiro de deseo hacia la mujer amada), que es quizás la página más graciosa del libro. En Montpellier encuentran la ocasión para satirizar a las «preciosas» de provincia y decir pestes del disoluto poetastro D’Assouci; en Marsella, irónica descripción del fuerte de Notre Dame de la Garde, etc. En Avignon los dos poetas se declaran cansados y dejan caer la pluma de la mano. La tenue obrita, escrita en lengua rica y pura, no tiene otro propósito que el de divertir, en perjuicio de la sinceridad de sus impresiones, y gozó durante siglos de una fama ciertamente superior a sus merecimientos.
E. C. Valla