Tres Cruces, Federigo Tozzi

[Tre croci]. Novela de Federigo Tozzi (1883-1920), publicada en 1920. Es la historia del declinar de la fami­lia Gambi, libreros de Siena. La fortuna co­mercial de los tres hermanos Gambi, Giulio, Niccoló y Enrico, declina: el patrimonio dejado por el padre se ha consumido, el público los abandona, no tienen iniciativa, a pesar de no faltarles talento a los dos primeros.

Pero todos están roídos por la abulia, incapaces de obrar: Giulio conversa con los intelectuales, pero no concluye ne­gocios con ellos; Niccoló es extravagante, de humor mudable, comedor y bebedor refi­nado, casi por despecho contra su injusta suerte, burlón, bromista, pero con amarga risa, que hace daño, y con todo, en el fondo no es malo; Enrico es un inútil, una espe­cie de criado de la familia. Para ayudarlos, un buen caballero, Nicchioli, ha prestado unos millares de liras al establecimiento, firmando a favor de Gambi una letra de cambio. No hay dinero para pagar los pla­zos, y entonces Giulio hace, con el consen­timiento de sus hermanos, una firma falsa a la que siguen otras en los vencimientos sucesivos. Y no obstante, su vida se desen­vuelve, aparentemente, como si nada ocu­rriese, en la casa donde, con los hermanos, viven también Modesta, mujer de Niccoló, y sus sobrinas Chiarina y Lola.

Y con todo, el drama, la espera de la catástrofe, domina implacablemente, como una pesadilla sin solución, la existencia de los tres hermanos. Todo se descubre al fin; para evitar el pro­ceso, Giulio se ahorca; Niccoló, que ha in­tentado rehacer su vida, después de la quiebra del establecimiento, muere de enfer­medad, y Enrico lo sigue en breve plazo. Sus sobrinas mandan construir tres cruces para las tres tumbas; los hermanos que se pelea­ron, que padecieron, tendrán tres signos iguales, bajo los cuales dormirán en paz. La prosa de esta obra es potente; se advierte en ella el esfuerzo del escritor en la traba­jada expresividad de su estilo, que repro­duce las penas de las almas, en su aspira­ción a un estilo ejemplar que intentaba ya liberarse de la prepotente influencia de D’Annunzio.

Y, sobre todo, se advierte en sus páginas una experiencia cristiana, un profundo sentido del pecado, del problema del bien y del mal, tan vivo en las novelas rusas, y en Dostoievski en particular, de los cuales, en parte, procede Tozzi, así como de Verga. Aquella prosa suya que alguien pre­cisamente definió de «ascética», expresión no inadecuada para un coterráneo de los gran­des místicos, se torna particularmente pura en aquellas conmovidas descripciones de Siena y de su campiña, que Tozzi alterna con las páginas más sombrías de su breve novela, donde todo está dicho en un tono de esencialidad que no es nunca pobreza. Por sus caracteres bien esculpidos, y sus pormenores bien cuidados, Tres cruces es una página nada secundaria de la novelística italiana.

G. Falco

Su estilo se adhiere a la realidad, su len­guaje es sencillo, y su arte fué progresando: con Tres Cruces alcanzó su apogeo. (G. Prezzolini)