[De remilitari]. Tratado de Roberto Valturio (1413- 1485), en 12 libros, compuesto en 1460, publicado en Verona en 1472 y traducido en la misma ciudad en 1483, que contiene todo cuanto en la época se conocía sobre la guerra, expuesto con profundidad y amplitud.
El tratado empieza con el reclutamiento y ordenamiento de los ejércitos, cuyas distintas formas examina, comentándolas con ejemplos históricos; de este paralelo entre los métodos de la época y los anteriores, brotan reglas y principios generales. El autor razona ampliamente sobre la disposición en batalla, sugiere las varias formaciones según el terreno, afirmando que el paso de un terreno a otro no debe perjudicar nunca el despliegue de las fuerzas. Se podría ya hablar de compartimentación del campo de batalla, de no estar éste estrictamente vinculado a la especie y la intensidad del fuego táctico propio de las doctrinas modernas. Dos méritos revelan sobre todo la genialidad del autor; en primer lugar la profunda intuición con que perfila la figura del «condottiero», al que no considera como un «miles gloriosus», rudo y grosero soldado, capaz tan sólo de manejar lanza y espada, sino como un hombre cuya personalidad debe dominar las otras, formada a través de una cultura metódica y bien asimilada.
Es ésta una de las más netas expresiones de la concepción moral del «condottiero», como aparece en la literatura militar del Renacimiento. Su otro mérito es especialmente técnico y estriba en un sinfín de distintos y claros dibujos sobre la estructura de las máquinas bélicas y de los mecanismos de las armas de fuego, que precisamente entonces se empezaron a emplear. Sus dibujos son interesantes por el método aplicativo, anteriormente poco empleado, y por su claridad, regularidad y el cuidado con que están ejecutados y que más tarde darán lugar a importantes innovaciones. Traducida a muchos idiomas, esta obra dió entonces a Valturio la fama de máximo escritor de arte bélico. También hoy mantiene su legítimo valor, por el sentido altamente humanístico que la domina y por la precisión de estilo que ya la hicieron célebre y muy admirada en su tiempo.
G. Gherardini