Toldi, János Arany

Poema popular del húngaro János Arany (1817-1882), publicado en tres partes: Toldi (1847), Atardecer de Toldi (1854), Amor de Toldi (1870). La fuente de la tri­logía es una burda crónica en verso dedi­cada al personaje histórico por un escritor del siglo XVI, Pedro Ilosvai Selymes [Nico­lás Toldi, 1547].

La viuda de Toldi tiene dos hijos: Jorge y Nicolás. Jorge vive en la corte y ha llegado a ser un cortesano adulador y envidioso. El otro, Nicolás, hombre de gran fuerza y sencillez infantil, vive en su casa y labra la tierra junto con los campesinos. Un día de verano un grupo de soldados atra­viesan su campo y piden al joven campesino que les enseñe el camino. Nicolás lo indica, extendiendo un largo y pesado palo en di­rección a Buda. Su fuerza asombra a los soldados que dicen con admiración: «Joven, ¡qué lástima que tu padre fuera un cam­pesino y tú lo seas también!». El ardiente deseo de Nicolás de hacerse soldado aumen­ta con estas palabras. Está convencido de que su hermano lo tiene en la casa entre los criados, para seguir siendo él el único señor de la familia y adueñarse con el tiempo de todo el patrimonio.

Con estos pensamientos Nicolás regresa a su casa. Los criados de Jorge, perezosos y malvados, le ofenden y él les arroja una piedra, matando a uno. La desgracia no parece haber tenido otro objeto que favorecer los planes de Jorge, que así manda buscar a su hermano como homicida; éste se oculta en los pantanos, donde ha de defenderse contra lobos fero­ces. Nicolás, tras largas peripecias, llega a la capital, donde libera a la población de un toro enfurecido y en el cementerio encuen­tra a una madre enlutada, llorando a sus dos hijos, muertos por un caballero ciego du­rante el torneo que se está celebrando en la isla Margarita. Nicolás le promete ven­garlos. Consigue armas adecuadas, y el ciego, al primer apretón de Toldi, se convence de su grandísima fuerza y pide perdón. Pero cuando Nicolás echa a andar hacia la orilla, el ciego trata de matarle a traición. Nicolás se vuelve a tiempo y lo mata; las orillas del Danubio resuenan de alegría por su vic­toria. Nicolás Toldi se gana el favor de Luis el Grande. La habilidad en la descripción de la época y el magnífico vigor de la composición y narración hicieron de Toldi, en cuanto se publicó, la obra épica húngara más perfecta.

Arany se revela psicólogo y realista; y a pesar de que su argumento (el mundo medieval de los caballeros, y dentro del mismo «un destino sin par») es una his­toria romántica que no carece de grandeza épica, también responde a las exigencias realistas de la novela histórica. Nicolás Tol­di, Jorge, la madre cariñosa y modesta; Benedicto, el criado fiel, y las demás figuras son muy reales, con caracteres bien indivi­dualizados, y el ambiente es todo verdad y realidad: las tierras, la casa de campo, la noche en el pantano, la vieja Pest y Buda. Animado por el éxito de Toldi, Arany conti­nuó la historia de la vida de su héroe. Aun antes de la parte central, ya acaba el final de la trilogía: el Atardecer de Toldi [Toldi esté- je, 1854], ya que por esta parte encuentra unos datos en Ilosvai. El viejo Toldi es «un águila antigua», algo atrasado en su época con sus ideas de viejo guerrero. Pero cuando hay que vencer al caballero extranjero que está a punto de hacerse con el palacio hún­garo, son necesarios sus fuertes brazos. Toldi, para librarse de los pajes de la corte que le cantan versos burlescos, mata a tres de ellos con la manga de su capa forrada de acero. Entonces el rey hace detener a su héroe favorito. Toldi, mientras tanto, ha llegado a su casa y, en cuanto le pasa la gran exci­tación que le sostiene, menguan también sus fuerzas. El rey va a la cabecera del mori­bundo y le perdona.

El héroe tan celebrado de la corte de Luis el Grande es enterrado en la tumba que él mismo cavó con sus manos. La parte central de la obra le dio a Arany mucho que hacer. Trabajó en ella durante unos treinta años, cambiándola más de una vez, y cuando después de la muerte de su hija Julia, su cielo se nubló comple­tamente, también se oscureció el final de la segunda parte de su trilogía: el Amor de Toldi [Toldi szerelme, 1848-1879]. Según la crónica de Ilosvai, Toldi parece aquí desen­frenado y debía acumular un error sobre otro. Arany quiso dar una motivación psi­cológica a sus errores. Cada paso en falso de su protagonista es la consecuencia de un único error. Al pregonarse un torneo por la mano de la bella Piroska Rozgonyi, Toldi participa en él, aunque no con sus colores, sino con los de su amigo Lorenzo Tar, hom­bre de carácter débil y de muy escaso valor. Triunfa y en el mismo instante se da cuen­ta de que ama locamente a Piroska. Tam­bién la muchacha ama al héroe, pero ha de cumplir su palabra. Poco después, en un duelo, Toldi mata a Lorenzo. Así hace toda­vía más profundo el abismo que le separa de Piroska.

Excomulgado por el papa, se alista vestido de fraile en el ejército del rey que se dirige hacia Nápoles contra la reina Juana, para vengar el asesinato de su her­mano Andrés. A propósito de las batallas, Arany hace revivir toda la vida caballe­resca italiana del siglo XIV. Por fin Toldi recobra el favor del rey; pero cuando re­gresa a su patria, Piroska ha fallecido. El Amor de Toldi no puede tener la construc­ción impecable de las dos partes más breves de la trilogía. Como Dante en su obra gran­diosa, como Goethe en el Fausto (v.), tam­bién Arany aportó a su Toldi sus vicisitudes intelectuales y artísticas y todo lo que que­ría eternizar. La variedad de las fuentes y de los modelos hace más colorido y complejo el argumento; encontramos en él episodios de la Jerusalén libertada (v.), del Orlando furioso (v.) de los Nibelungos (v.), de la Saga de Fridhthjóf (v.). Ariosto está pre­sente desde el principio: el motivo del dis­fraz para el torneo, que Arany podía encon­trar también en la literatura húngara (en la comedia Rosa [Rozsa] de Szigligeti). De los modelos italianos deriva toda la atmós­fera italiana del poema: el cuadro de las batallas (la ocupación de Sulmona la encon­tramos en Tasso), la multiplicidad de las parejas, la figura de la muchacha enamo­rada que parte para la guerra vestida de hombre.

Al igual que el Orlando se cantó incluso «en los prados»; asimismo el Toldi de Arany es caballeresco y popular a la vez. Arany describió en el poema sus pai­sajes favoritos: Carlsbad (su fundación) y la isla de Santa Margarita, su lugar de des­canso. También vuelca en él todo su dolor por la muerte de su hija, aunque sin poner en peligro la unidad de la obra.

G. Hankiss