Después de las Togadas (v.) de Titinio y las Togadas (v.) de Afranio, vienen las de Quincio Atta (?-78 a. de C.), fatigosas y poco originales imitaciones de las de Afranio.
Su suerte se debe en parte a que fueron representadas por el famoso actor Roscio, para el que Cicerón escribió la Defensa de Sexto Roscio (v.). Como la originalidad del contenido era poco menos que nula, pues los argumentos se derivaban por triple filiación de Menandro, Terencio y Afranio, el interés de esta producción estriba sobre todo en la forma con que el poeta hace hablar a sus personajes, en el relieve con que representa a los caracteres, y en la apropiada lengua de los diálogos. El carácter del teatro de Atta se puede colegir de los títulos: Las fiestas de los ediles, Las aguas termales, La conciliadora, El día de las felicitaciones por la elección, La velada, Las tías maternas, Los juegos de Mégara, La nuera, La suegra, La fiesta de la expiación.
Los argumentos no son muy distintos de los de Afranio, algunos títulos son incluso semejantes, cuando no iguales. Se debe precisamente a esta repetición de modelos ya envejecidos que el género de las «togadas» se agotara con Atta; después de él ya no habrá cultivadores de la comedia de tema y ambiente romanos. Si se le quiere hallar continuadores, hay que buscarlos entre los escritores de «atelanas», que ya no son comedias sino farsas.
F. Della Corte