Las más famosas comedias de argumento y ambiente romanos fueron las de Afranio (siglo II a. de C.), que, a diferencia de las Togadas (v.) de Titinio, no adulaban los gustos de la plebe, sino que buscaban el favor de los refinados y aristocráticos cultivadores de la comedia latina, a los que gustaba ver hombres y cosas romanos dialogar y moverse al igual que hubieran podido hacerlo en una comedia de Menandro.
Si Titinio había tomado a Plauto como modelo, Afranio prefirió seguir a Terencio. Unos cuarenta títulos y unos 400 versos nos permiten entrever cómo era el teatro de Afranio; se explotaban, con todos sus recursos de complicaciones cómicas, las relaciones de parentela y edad: Los primos, Los maridos, Las tías maternas, El hijastro, Las hermanas, El mellizo superviviente, Los coetáneos; las aventuras domésticas y familiares: El esclavo emancipado, El esclavo libertado, La mujer sospechosa,La virgen, El repudiado, El simulador, La mujer separada de su marido, El divorcio, Los enemigos; los hechos de la vida cotidiana: El encuentro, El traicionado, El crimen, La entrega, El depósito, Las sociedades, La carta, El incendio; las profesiones y los oficios: El augur, El barbero, El despensero; los hechos maravillosos: El salvado del mar, El auspicio; las fiestas: La procesión, La fiesta de los Lares, Los juegos d£ Mégara.
Debido a su naturaleza delicada y refinada, las comedias de Afranio no tuvieron un gran éxito en el teatro; gustaron, en cambio, a literatos y críticos posteriores, que pudieron leerlas o escucharlas exhumadas como preciosos descubrimientos de un gusto que, aunque anticuado en la forma, en sustancia seguía siendo actual. Teatro no teatral, y por tanto no apto para distraer y comunicar inmediatamente su arte al auditorio, era este de Afranio, quien, aunque inclinándose ante las tendencias nacionalistas de los romanos, deseosos de emanciparse de los griegos, imponía una vez más el arte griego de un Menandro o el helenizante de Terencio a un público que en aquel momento ya solamente pedía farsas.
F. Della Corte
…muy gracioso y elocuente. (Cicerón)