[Wszystko i nic]. Novela de Stefan Zeromski (1864-1925), publicada en 1919. De la trilogía que el novelista polaco había ideado para evocar las tres épocas de las guerras insurreccionales polacas, de los tiempos de Napoleón, de 1830 y de 1863, sólo la primera parte, Cenizas (v.), llegó a escribirse.
De la segunda, que habría debido titularse Chispas, no queda más que este fragmento, que constituye; sin embargo, una narración completa en la que el arte de Zeromski llega a una de sus cimas. Se caracteriza, respecto al resto de las novelas zeromskianas, por cierta fragmentariedad de composición, gracias a la cual, más que a otra cosa, resulta una sucesión de episodios sueltos. Uno de los protagonistas de Cenizas, Rafael Olbromski, ex legionario napoleónico, viudo con un hijo de diez años, Hub, hace vida de solitario agricultor en sus tierras, con pocos siervos, y casi ha olvidado que pertenece a las sociedades secretas que preparan la resurrección de la patria. En una tarde de invierno, huyendo de la violencia de una tempestad de nieve, vuelve con su hijito a casa, extraviándose entre campos y bosques, de los que sin embargo es buen conocedor.
En un momento dado se encuentran en la oscuridad con los cascabeles y las luces de un trineo; desciende de éste un viajero encapuchado que estrecha la mano de Rafael con un signo de inteligencia, pronuncia las palabras secretas «todo o nada» y se va con los dos hacia la granja de Olbromski. El viajero es Casimiro Machnicki, acabado de salir de un largo encarcelamiento, animador y preparador incansable de movimientos revolucionarios, que ha venido a recordar a Rafael su deber político: uno de los conjurados ha traicionado; el mismo Olbromski y otros numerosos conjurados están amenazados de prisión; es preciso que Rafael destruya cuantas cartas comprometedoras tenga en casa y que se disponga a un largo viaje para advertir a los compañeros en peligro.
En tanto que Rafael lleva felizmente a cabo los preparativos de la partida y da numerosas instrucciones a un fiel siervo y camarada para la tutela de Hub, que ha de volver a la escuela de la ciudad después de las vacaciones navideñas, Machnicki, junto al lecho del niño adormecido, que está a punto de perder a su padre, atraviesa y supera una tempestad de dudas. A la mañana siguiente, Olbromski ve partir a su hijo y se encierra en un desesperado esfuerzo de voluntad y renuncia: «No son para nosotros las lágrimas, las mujeres, los niños…». El tema patriótico no gravita sobre la fantasía creadora del novelista, sino que lo inflama de un sobrio y contenido lirismo: la figura de Machnicki está dibujada de perfecto acuerdo con la realidad histórica y en misteriosa connivencia poética con la graciosa y valiente figurita de Hub; el diálogo es conciso y escultórico; todo contribuye a hacer de la narración una pequeña e inolvidable obra maestra.
C. A. Garosci