[Tutto lo mondo vive sanza guerra]. Es la única canción que llegó hasta nosotros de Folcacchiero de Folcacchieri (?-1261?), una de las piezas más bellas de la poesía italiana de la primera mitad del siglo XIII. El sentido del aislamiento y del hastío del amante desdeñado o no aceptado está expresado con fuerza clara, insistente, dulcemente persuasiva, y la figura del pobre amante se perfila sugestivamente sobre un fondo de alegres compañías que se marchan «armas llevando y de amor hablando».
Las flores perdieron su color, el canto de los pájaros parece un llanto, las dulzuras de la vida molestan al poeta que vive «hastiado de las gentes» y eleva a la Virgen su canto de tímido dolor y su promesa de indefectible «servir». En la segunda parte de la canción aflora la jerga trovadoresca, pero redimida poéticamente por el tono ardiente y quejumbroso; en cambio, en la primera parte la descripción del contraste entre el estado de ánimo del poeta y el ambiente alegre que le rodea es viva y directa; como allí donde el poeta nos dice que hasta perdió el apetito: «né buono non mi sa lo manicare»; o donde se presenta a sí mismo pasando, sombrío y como lejano, por entre las gentes que se vuelven a mirarle : «las gentes me miran, hablando/si soy el que a ser acostumbro».
D. Mattalía