Titán, Friedrich Richter

[Titán]. Publicada en 1803, es la principal, si no la más feliz, novela de Friedrich Richter (1763-1825), comúnmente co­nocido por Jean Paul, genio típicamente germánico y enigmáticamente abstruso, pre­cursor del Romanticismo (v.) alemán, cuya exuberante imaginación, de tipo oriental- legendario, constituye un defecto y al mismo tiempo su hechizo.

En sus criaturas poéticas las aspiraciones titánicas contrastan con la resignada aceptación, las exuberantes fanta­sías románticas (misterios, apariciones, fan­tasmas) con un cómico espíritu de pequeño burgués, el entusiasmo con el humorismo, cuyo lenguaje, ya de audacia revoluciona­ria, ya de cálida melodiosidad, es a menudo difícilmente comprensible hasta para un culto lector alemán. La novela Titán ofrece todas las excelencias y todos los defectos del. arte de Jean Paul en grado superlativo. El joven Albano, hijo del español conde de Cesara, por misteriosos motivos ha sido edu­cado lejos de los suyos, por la familia de un digno hidalgo campesino. Albano guarda en su corazón desde su infancia un román­tico amor por Liana, la hermosa hija del ministro del príncipe de Pestiz, a quien conoce sólo por haber oído hablar de ella, y cuyas alabanzas han herido su imagina­ción infantil: una de aquellas dulces y cán­didas figuras de muchacha, nacidas más para la muerte que para la vida, que abundan en el Romanticismo.

En un trágico momento, cuando Liana está afligida tem­poralmente de misteriosa ceguera, los dos jóvenes se encuentran y se aman; mientras Albano traba lazos de amistad con el her­mano de Liana, Rocquairol (el Titán), per­sonaje byroniano o faustiano, en el que predomina sin embargo el espíritu del mal; es un personaje que desciende del «Sturm und Drang», disoluto y amoral, noble y generoso a un mismo tiempo, cuyo ánimo impetuoso está agitado por un antiguo amor infeliz hacia la joven condesa Linda, que se halla bajo la tutela del padre de Albano. Muere en tanto el anciano príncipe de Pes­tiz, y el heredero, joven débil y apático, celebra sus bodas con la princesa Idoina. Complicadas intrigas políticas ocasionan que el padre de Liana quiera obligarla a casarse con un antiguo y satánico diplomático; cu­rada de su ceguera, ella siente un amor arrebatado por Albano, pero se somete al sacrificio, también porque continuas visiones le predicen una muerte muy próxima. Muere, en efecto, y Albano cae gravemente enfer­mo.

Para salvarlo de su angustia, la joven princesa Juliana, amiga sincera suya, induce a su cuñada Idoina, que se parece prodigio­samente a Liana, a presentársele con las ropas de ella, y el joven, sosegado con aque­lla visión, se cura. El conde de Cesara lo llama a Roma, donde se vuelve a encontrar con la princesa Idoina, cuyo principesco esposo está evidentemente condenado a un próximo fin. Pero aquel ambiente de intri­gas repugna a Albano, que vuelve al lado de la princesa Juliana en Nápoles, junto a la cual encuentra a Linda (retrato de Carlota von Kalb, amiga de Schiller, amada tam­bién de Jean Paul), pupila de su padre (la Titánidá), joven bellísima y soberbiamente independiente. El nuevo amor vence el re­cuerdo de Liana y los jóvenes se casan; pero cuando vuelven todos a Pestiz, estalla otra vez el drama: Rocquairol, arrebatado de nuevo por su antiguo amor, fingiéndose Al­bano seduce en una cita nocturna a Linda, y después, durante una fiesta, con gesto tea­tral se mata públicamente.

El descubrimien­to de la desgracia irreparable consterna a Albano que se despide para siempre de Lin­da, mientras ella, con titánica altivez, se declara orgullosa de ser viuda del suicida, y desaparece con el conde de Cesara, que descubre ser el verdadero padre de ella. Después de varias dramáticas vicisitudes, Albano conoce al fin el secreto de su vida: es hermano del príncipe difunto, y por lo tanto, ahora el nuevo heredero del trono. Para consolar a Albano se presenta la que él sabe ya que es su hermana, la princesa Juliana, con su cuñada Idoina, cuyo amor, alimentado secretamente durante mucho tiempo, le revela Juliana; y bajo sus auspi­cios se concluye aquella feliz unión. Toda esta acción es muy intrincada e inconexa; las titánicas aspiraciones de los héroes no se traducen en acciones adecuadas; y sin em­bargo, aquel resolverse de todo esfuerzo en efusión de sentimiento, aquel subjetivismo lleno de contradicciones, es el típico carácter prerromántico de Jean Paul. El mérito de Titán reside sobre todo en la vivacidad de los diálogos, en la riqueza de las imágenes, en el feliz diseño de algunas figuras, en la belleza de ciertas descripciones, inspiradas por la nórdica nostalgia del Sur, de lugares italianos como la Isla Bella, el Castillo de Mola y el Monte Epomeo.

E. C. Croce

El alba de un nuevo arte de la palabra. (George)