Solimán, Prospero Bonarelli

[Solimano]. Tragedia en cinco actos de Prospero Bonarelli (1588-1659), pu­blicada en Venecia en 1619. La acción se sitúa en Aleppo, donde Solimán, rey de Tracia, espera la vuelta de su hijo Mustafá con sus huestes armadas, y la sumisión del rey de los persas. Pero quien llega a Alep­po es Despina (disfrazada de hombre), hija del rey persa y enamorada de Mustafá, al que quiere transmitir, por medio de su fiel Alvante, un mensaje de amor y una carta firmada en blanco por su padre, en la que él podrá escribir, como dote, la asignación del reino de Persia. Por en­tonces la reina, mujer de Solimán y ma­drastra de Mustafá, y su yerno Rusteno, deseoso de suceder a Solimán, hacen nacer en el ánimo de éste la sospecha de que Mustafá quiere matarlo para apoderarse del trono. Y como las cartas de Despina no llegan a Mustafá, sino que con la compli­cidad de Alvante caen en manos de Soli­mán, éste se confirma así en la sospecha de la inteligencia de su hijo con el enemigo.

Por otra parte, es fácil para Alvante hacer creer a Despina que Mustafá, desdeñando su amor, la ha abandonado. Entretanto, So­limán se apresta a encarcelar a su hijo; pero habiendo llegado esta noticia al cam­po, estalla una revuelta que Mustafá se apresta a sofocar, volviendo entre sus gue­rreros, mientras que Despina, sorprendida por la guardia de Solimán, es apresada. Mustafá la encuentra y tiene lugar entre ellos la explicación de sus acciones y de sus sentimientos, traicionados por Alvante, que una vez más, haciéndoles creer en el perdón de Solimán, les hace caer en su po­der, y Solimán se apresura a hacerles mo­rir. Se descubre entonces que la reina no es la madrastra, sino la madre de Mustafá (por ocultación y cambio del niño en la infancia), y ella, horrorizada por haber he­cho morir a su hijo, se envenena. Los sol­dados de Mustafá, para vengarse de su muerte invaden Aleppo, matan a Solimán y pegan fuego a la ciudad. La farragosa com­plejidad del argumento es el carácter más saliente de esta y de otras tragedias aná­logas, con las que los autores del siglo XVIII pretendían imitar la tragedia griega, re­vistiendo de prolijos y amanerados parla­mentos las tramas más obscuras y artificio­sas. En la tragedia de Bonarelli pueden notarse como novedades la supresión del coro y la tendencia a dar un aire natural a tanta extravagancia de ocurrencias y de acciones.

M. Ferrigni